Las calles fantasmas



Las calles se llenaron de edificios y dejaron de ser espacios para el transeúnte y se convirtieron en espacios para el tránsito. De un momento a otro se perdió la costumbre de caminar por ellas y detenerse porque sí, porque un balcón te llamó la atención, porque una mujer bonita estaba sentada en una acera con alguna amiga, porque había vida en cada esquina. Ahora eso se esfumó porque cada vez son más pequeñas las aceras y hay menos balcones. Por tal motivo, es un hecho lamentable, se podría afirmar que tanto los balcones como caminar sin rumbo fijo son costumbres del pasado. Por lo que mirar hacia arriba es otra costumbre en desuso. Al alzar la mirada solo se ven ventanas cerradas o avisos de “Se vende apartamento”. Por algo ya el transeúnte no se detiene en las calles y solo las transita para ir de un punto A. a un punto B.. Camina sin detenerse porque el progreso le robó el asombro y la posibilidad de sentirse parte de un lugar. Lo que se busca es que cada vez las calles sean de nadie y que nadie pregunte por qué de un momento a otro dejó de importarle conversar sobre la vida del otro: Costumbre insana, pero fascinante que nos mantenía en contacto con el otro. 

A esas calles les robaron las historias. Muchos como yo las patrullamos de niños con trompos o canicas en los bolsillos. En algunas cuadras se jugaba partidos de futbol o se recreaban historias asombrosas con carritos de plástico y superhéroes inventados. También se hacían zancochos. De adolescente, con muchos otros insomnes, las caminé buscando parajes inimaginables. ¡Cuántas noches caminé esas calles! ¡Cuánto las disfruté! ¡Ah, esas calles y sus enigmáticos trasnochadores! ¿Puede haber algo más fantástico que un caminante nocturno? ¿Qué busca? ¿Por qué prefiere el misterio de las calles al confortable lecho? ¿Qué lo agobia? ¿Qué piensa mientras camina una y otra vez las mismas calles? Estas preguntas ya no tienen sentido. Al menos en estos días. Pues esas calles que constituyen las rutas de mi historia solo permanecen intactas en el recuerdo. En la actualidad esas casas coloniales se remplazaron por enormes estructuras que se alzan como celdas muy bien amuebladas. Calles perdidas en la memoria de los que alguna vez se sintieron parte de un pueblo. Calles de comerciantes y empresarios que necesitan clientes y ruido y más clientes y mucho más olvido. Calles que conducen a ninguna parte y para llegar a ese azaroso destino se debe ir rápido y con la mirada al frente. No olvide, con la mirada en frente para que no te des cuenta de cómo nos roban el pasado.

2 coment�rios:

Demian dijo...

Personalmente extraño esas calles con gritos de niños jugando, vecinas conversando. La modernidad ha hecho perder las esencias de los seres. Una gran pena. Un hermoso escrito.

Juan Camilo dijo...

Demian

Ya somos dos. Gracias por su comentario.