08 de septiembre 2020
Por Juan Camilo Betancur E.
“Yo sé muy pocas cosas, es verdad. Pero me han
dormido con todos los cuentos... Y sé todos los cuentos.”
León Felipe
Volvemos con el programa “Me revientan los adultos”, que estuvo sin hacerse por la pandemia. Sin embargo, volvemos. Sobre todo ahora que recibimos un estÃmulo del Ministerio de Cultura, Comparte lo que somos, a procesos educativos y artÃsticos afectados por la pandemia.
Para realizar este programa fue necesario un mes de ensayo de lecturas de diferentes cuentos infantiles para que los niños identificaran los signos de puntuación y los signos de pregunta y admiración. Trabajo que se habÃa iniciado antes de la pandemia. Luego, por petición de los niños, nos reunimos, con los debidos cuidados de bioseguridad. En estos encuentros ensayamos, en la lectura, varios tonos de voz y sonidos de animales para que los infantes vieran otras posibilidades de la lectura en voz alta.
Al principio les fue complejo cambiar la voz, pero cuando lograron entonar, bajar y subir la voz disfrutaron de leer asà como se disfruta comer de un helado. Después de varios cuentos eligieron leer: “El pequeño topo que querÃa saber quién se habÃa hecho aquello en su cabeza”.
En la lectura los niños conectaron con el relato. Se relajaron y leyeron por su propio disfrute, más que por demostrar que leÃan bien. Esto es de valorar ya que empiezan, desde muy temprana edad, a entender pautas de la lectura en voz alta:
1. Hacer una lectura previa de los textos en un ambiente propicio, sin ruidos y en un lugar cómodo.
2. Leer pausadamente, con voz clara y utilizando diferentes tonos de voz. Asà sentir un poco la textura de las palabras, sus sentidos.
De esta forma, entender la lectura como un juego divertido y lleno de aprendizajes para la vida, pues quien lee encuentra en los libros una compañÃa, a veces difÃcil, pero otras veces una compañÃa que brinda información para tomar mejores decisiones en la vida. Información que se puede transformar en sabidurÃa para frenar el impulso juvenil, tener consuelo en la vejez y riqueza inmaterial en la pobreza.