Me revientan los adultos: LOS CUENTOS

8 septiembre 2018
Por Juan Camilo Betancur E.



Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora. 

Proverbio hindú.



La idea de trabajar con niños inició a principios de este año después de trabajar en la Biblioteca de Giardota. Entonces, hablando con amigos, surgió la idea de acompañar a algunos niños desde la literatura y el yoga. Surge porque estando en la biblioteca pude acompañar algunos infantes que más que promoción de lectura necesitaban ser escuchados. 

De esta manera inicié unos talleres de yoga y literatura. Luego, cuando los encuentros me permitieron entablar amistad con los niños empecé a escuchar cosas como: “sí Adán es el primer hombre ¿tenía ombligo?, ¿por qué pensar sucede dentro de la cabeza?, ser un niño es ser un hombre chiquito”, entre otras frases y se me ocurrió hacer algo para que más gente escuchara. Es cuando nace el micro-programa radial “Me revientan los adultos”. De las cuatro emisiones que llevamos, en promedio, cada una ha recibido entre 150 y 200 visitas, hecho que habla de una sintonía que empieza a afianzarse. 

Y ¿por qué con niños? La razón es que fue inevitable trabajar con ellos. Todo empezó hace ya unos diez años. Recién llegaba de un viaje por Suramérica. Un amigo muy amado, Julio Cadavid, me recomendó para trabajar en un super-hogar infantil en Itagüí y mi trabajo era leerles cuentos a niños entre los tres y los cinco años. Al principio no logré contactar con los infantes. A las dos semanas estaba decidido a renunciar porque no me determinaban, entonces me senté frente a ellos, con lágrimas en los ojos y les conté sobre mi deseo de irme y también que así como ellos, una muchacha tampoco me determinaba. Esto generó un efecto mágico y por primera vez el grupo de quince niños de tres años me escuchó. Les pregunté qué hacer y una niña me dijo que me quedara y respecto a la muchacha sugirió que fuera hasta su casa, tocara el timbre y cuando ella abriera la puerta le sacara la lengua y saliera corriendo. 

Luego estuve en varios proyectos con la primera infancia. Saltando experiencias significativas como la creación de cuentos infantiles con madres y agentes educativos por medio de preguntas, la construcción de conjuros por medio de poemas, la cartografía social con docentes de primera infancia… hasta que apareció: “Me revienta los adultos”. 

Es evidente el entusiasmo por los cuentos de los niños que visito. Ellos apenas descifran las palabras y es hermoso ver como se emocionan cuando ellos, más que entender la utilidad práctica de la lectura, encuentran un camino lleno de imaginación y aventuras que les plantea un cuento. Esto ha sido posible porque como docente no les exijo una cantidad de páginas de lectura ni actividades que demuestren que entendieron el cuento. Mi idea no es cobrar por la lectura, sino enamorarlos de la misma. Por tal motivo les planteo la posibilidad de viajar a mundos desconocidos. Entonces sucede lo que explican Bruno Bettelheim y Karen Zelan en su texto La magia de la lectura: “la fascinación inconsciente del niño ante los acontecimientos imaginarios y su poder mágico apoyarán sus esfuerzos conscientes por descifrar, dándole fuerzas para dominar la difícil tarea de aprender a leer y convertirse en una persona instruida”. 

Por otro lado, en mi experiencia como docente en la primera infancia he notado la fascinación de los niños por temas como la magia, el lenguaje secreto, la aventura, los viajes, que en el fondo les permite a los infantes indagar y en la medida de lo posible participar en los secretos de los adultos. De ahí que cuentos como: Todo lo que deseo para ti de Henrike Wilson y Jutta Richter, El doctor Me Di Cin de Roberto Piumini, El pequeño topo que quería saber quién se había hecho eso en su cabeza de Werner Holzwarth y Wolf Erlbruch, Dónde viven los monstruos de Maurice Sendak, Gorila de Anthony Browne, entre otros, representen un interés muy singular en los niños. Y estos puntos de interés se pueden satisfacer con cuentos infantiles, mitos, historias religiosas o historias de sus padres que entusiasman al infante al saber que sus padres también fueron pequeños. Por ello, creo, que cuando el aprendizaje de la lectura parte desde los intereses de los niños o el lector en general, se potencia sus facultades cognoscitivas, su imaginación y sus emociones y se incide en su personalidad. 

En la medida que vamos leyendo el infante empieza a habituarse y sentir la lectura como un placer y los placeres como ir al parque, comer un helado y otros se caracterizan por ser voluntarios y no impuestos. Por ello, la magia de la educación con la primera infancia, y ya lo señalaba Platón desde el texto “La república”, es que la educación debe ser “el arte de la orientación” más que “implantar una visión” en la mente porque la idea es enseñar a ver. En otras palabras, la educación debería estar basada en enseñar a pensar sin dirigir el pensamiento. Esto, al menos así lo considero, se evidencia en los micro-programas de radio donde el niño va desarrollando la capacidad de opinar desde su percepción individual. 

Después de la lectura hacemos una actividad manual y cuando el niño está concentrado en su trabajo empiezo con las preguntas. Sus respuestas, la mayoría son automáticas, pero eso no quiere decir que carezcan de profundidad, al contrario. “Debemos dar más crédito al potencial, a las virtudes que los niños poseen. Debemos convencernos que los niños, como todos nosotros, poseen virtudes más fuertes de las que hasta ahora nos han contado; que todos, nosotros y los niños, poseemos potencialidades más fuertes de cuanto nos reconocen; que consumimos sin que nos demos cuenta, una baja cantidad del potencial de energía que hay dentro de nosotros”[1]. Por ello, a través de las preguntas busco ese potencial para construir los programas radiales y hacer de ese espacio intimista, por medio del blog, un medio de comunicación entre los padres de familia y un grupo cercano a los niños. Y valiéndome de un formato comunicativo tan grato como la radio puedo darle voz a aquellas voces que para muchos no han sido tomadas en cuenta y que como todas las voces tienen el derecho a expresar y decir lo que piensan. Máxime si son los infantes. Por algo Laura Constancia Sandroni en el texto Lectura de comunicación de masas, decía: “Ya lo anotaba Bertold Brecht, en su artículo de 1932: La radio (…) ‘si fuera capaz no solo de emitir, sino también de recibir; en otras palabras, si el oyente no solo escuchara, sino también hablara, que no permaneciera aislado, sino relacionado’”. Y esta relación se da cuando el padre escucha a su hijo y le da otro lugar. 

El dialogo padre e hijo es vital, de ahí que la socióloga Patricia Correa que lidera el proyecto “Palabras que acompañan” (auspiciado por el laboratorio GlaxoSmithKline) manifieste que “los niños son responsabilidad de toda la sociedad. Desde que se decide tener un hijo, deseado o no deseado, ojala deseado, se adquiere una responsabilidad que se acaba con la muerte del padre o la madre. El vínculo emocional y el papel de la construcción psíquica del otro continúan. Por ello, los valores se aprenden con modelos coherentes de respeto o el ejemplo”. Y esto puede aportarse con los micro-programas radiales, donde padres e hijos se sientan en un ratito en la semana a escucharlos. Y se lo escuchan pueden rastrear aspectos primordiales de la mente del infante, tales como el ego, su capacidad argumentativa, la facilidad de formular hipótesis, entre otros que empiezan a moldear su personalidad. 

De nuevo, amable lector, si sientes que está experiencia vale la pena compartirla, no dudes en permitir que estas voces de estos niños toquen muchos más corazones. 






[1] Rinaldi, Cara. En diálogo con Reggio Emilia. Escuchar, investigar, aprender. Grupo Editorial Norma S. A. C. Lima –Perú. 2011.

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