Había una media tobillera de marca "Polombia" y el uribismo se la puso hasta acabarla. Ahora,  se la quiere poner Federico Gutiérrez.

 


¿Por qué nos gustan tanto las historias?, ¿qué buscamos en el relato?, ¿por qué se recuerda más una historia que un dato? Son preguntas que me rondan y que no puedo responder de manera concreta. Solo tengo sospechas.

Crecemos con el poder de las historias: los relatos de papá, de mamá, de los vecinos. Los valores de convivencia se trasmiten por medio de los cuentos infantiles o las experiencias de vida que nos narran.

Desde pequeño he estado muy atento a las historias, como una vieja chismosa que quiere saber del vecino. En mi caso, más que enterarme de la vida del próximo, persistía y persiste cierta fascinación por el misterio del relato. Mi primer acercamiento fue con el relato oral. Escuché a mi abuelo las mejores mentiras mientras jugaba dominó. Él decía que una vez el niño Jesús llegó en helicóptero porque las vías de Fredonia estaban en muy mal estado por el invierno. Luego, cuando estuve trabajando como recolector de café escuché a Don Emilio narrar la historia de un jorobado que moría tres veces. Don Emilio no sabía leer ni escribir. Después, en la biblioteca de Fredonia encontré el mismo relato en “Las mil y una noches”. El relato, imagino, le llegó por medio de la tradición oral. Cuando se narra una y otra vez una historia la palabra vive, se transforma, vibra. A diferencia de la palabra escrita que queda fija en el papel.

Tal vez, al final de nuestra existencia, las historias que contamos y nos cuentan serán trazos en el gran dibujo de la vida que hacemos con los relatos. Y a la vida la atraviesan las historias y mientras respiremos nos seguiremos narrando porque es una conducta antigua. De ahí la vitalidad de la literatura, sea oral o escrita.

Al parecer, esa manía de narrar viene desde los inicios de la civilización, que data de hace unos 11 mil años de antigüedad, en un lugar entre el rio Tigris y Eufrates, llamado Göbekli Tepe. Este lugar es el templo más antiguo del mundo donde nació la religión. Allí se reunieron personas de diferentes creencias para compartir, desde el relato oral, historias de la creación y empezaron a escucharse. Esta conducta se debe porque existe en la condición humana una profunda relación a partir de la ausencia o la presencia de Dios. Tal vez por ello, el hombre vive en busca de los actos religiosos para darle sentido a la existencia.

¡Ah, diosito hermoso que estás recostado en cada historia, no permitas que nos dejemos de narrar! ¡Qué permanezca, hasta el final de los tiempos, la necesidad de comunicarnos y descubrirnos por medio del relato! ¡Qué así sea!