Además, me atrevo a profetizar, que no hay un individuo, en este momento, que desconozca la existencia del pan. Y si existe tal ser, creo, que no serÃa humano, serÃa, quizás, un hÃbrido entre reptil y marciano, un desterrado de la evolución.
En fin, me cuesta pensar que serÃa de mi vida sin el pan. De seguro no me hubiera aprendido el padre nuestro. No tendrÃa sentido esa oración si se omite esa fasecita: “Dadnos el pan de cada dÃa” (aclaro que no creo en el Dios cristiano, pero me fascina la historia tal como está escrita).
Tampoco me hubiera gustado la historia de Cristo sino hubiera multiplicado los panes. No sé que hubiera sido del catolicismo si Cristo se hubiera hecho el bobo, si hubiera desistido de utilizar el pan para atraer a sus adeptos, si hubiera utilizado por ejemplo la tostada o la galleta saltÃn, eso serÃa un desastre.
Claro, el pan no fue un invento de Cristo. Hay indicios de que las primeras cosechas de trigo se realizaron entre el V y VI milenio antes de Cristo en Egipto. ¡Cárajo! ¡Qué vaina tan antigua! No me imagino en una cena egipcia con una pieza de pan dura, plana y reseca, que asà era que se hacÃan.
En fin, el pan, sus variedades y sus mitos. Nadie, creo, al morder un pedazo de pan se detiene a obsérvalo como sino fuera un pan, sino una puerta a otro mundo. Claro, somos tan civilizados que ya no hay tiempo para el sueño. Pero si miramos el pan, por lo menos, un minuto, veremos una cosa borrosa que se fusiona con lo etéreo, lo invisible. No estoy tomando el pelo, lo que pasa es que en el 600 antes de Cristo, el pan se colocaba sobre las tumbas para facilitarle el camino a la otra vida a los difuntos. Con ese dato, al menos a mÃ, me inquieta comerme un pan sin antes mirarlo.
Ah, bueno, debemos agradecerle a los romanos el hecho de que usted que me lee y yo que le escribo conozcamos el pan. Ellos inventaron las panaderÃas y las propagaron por toda Europa. Claro que las cosas exquisitas y antiguas de las que aún podamos disfrutar deben haber sido, de alguna manera, imaginadas por los griegos. Los griegos creÃan que los panaderos eran protegidos por la diosa Demeter de la nutrición, que tenÃa una larga y rubia cabellera de espigas de trigo. Además, creÃan que la primera pieza de pan fue amasada en el Olimpo.
En la literatura el pan también ha dejado huella. Pero, tal vez el episodio más importante, inimaginable, es el del personaje de VÃctor Hugo, Jean Valjean, en la novela Los miserables, cuando roba el pan. Sin ese pan la novela perderÃa la esencia. Pues ese robo acontece un castigo ridÃculo, miserable y humano.
Bueno, que cosa tan complicada la del pan. Su magnifica existencia nos hace dependientes de él. Al menos para mà es asÃ. El pan es una tentación, un placer posible, un alimento que acompaña a cualquier otro alimento, una excusa para tomar vino, un contagio de alegrÃa.
Todo lo anterior, esas referencias, para afirmar que vivir es un parche. Mientras existan placeres como el pan, me digo, es un contagio el abrazo.
Recuerdo que pequeño, en el colegio, cuando no tenÃa dinero para comprarme un pastel me compraba un pan y un bolis. Eso, en aquella época, valÃa unos 200 pesos. Lo que hacÃa era remojar el pan con el bolis y luego lo mordÃa. La sensación era algo inexplicable, como si estuvieras robandole la ambrosÃa a los dioses. La cosa era que uno no quedaba lleno, sino satisfecho que era otra cosa.
Creo que sin el pan mi niñez no hubiera sido feliz. Hubiera corrido menos. No hubiera esperado con ternura y ansiedad el desayuno. El chocolate no hubiera sido chocolate. Los trocitos de pan en el chocolate le daban un sabor mágico, sólido y dulce.
También recuerdo que con varios amigos he celebrado la amistad con pan y vino. Pero la cena que más recuerdo fue la primera vez que tomé hongos con Mauricio en Girardota. Yo habÃa ido a ese pueblo, que después serÃa mi pueblo, con otro amigo, Jhonatan, el loco. Recuerdo que subimos al nido de los gallinazos, recolectamos los hongos, volvimos a la casa de Mauro, hervimos los hongos con panela y nos los comimos.
Fue un vuelo brutal. Por ese recuerdo soy capaz de empeñar mi computador con toda mi literatura incluida. Jhonatan se nos durmió en toda la entrada de la casa de Mauro. Por un momento ignoramos la existencia del loco. En fin, llegó la mamá de Mauro y entró a la casa asustada. Nos dijo que habÃa un loco en la puerta de su casa dormido. En efecto era un loco. Fuimos por el loco y nos encaminamos para el parque, y por cosas de la inmensidad, camino a la flota de buses, nos antojamos de pan.
El pan, en serio, sentà que me llamaba, me decÃa, Camilo estoy hecho a la medida de tu apetito। Creo que lo mismo le pasó a Mauro con el vino. Sin exagerar, le dimos gracias a la vida por la posibilidad de disfrutar de esos pequeños placeres. Cenamos, eso es todo, las sensaciones me las reservo.
No creo, ya lo dije antes, que el pan llegue a desconocerse por algunas culturas. Como el dolor, el amor y la muerte el pan sobrepasa las limitaciones del lenguaje. Es tanto que si el pan fuera prohibido como las drogas, hace rato, imagino, se habrÃa legalizado. Es tanto que si la guerra fuera por el monopolio del pan, hace rato se hubiera acabado. Gracias al pan somos la especie más universal del planeta. Gracias al pan, es que dejo este texto en este punto. No quiero escribir más, me antojé de un pan. Hay nos vemos en las panaderÃas.