Martina mira el rostro del profesor de guitarra, la barba, la nariz finamente delineada. Por lo que le dijo su madre, esa puede ser la última clase. Y apenas tiene fuerza para contener el sentimiento que le oprime el pecho. “Así no me pare bolas, tengo que decirle que estoy enamorada”, piensa y el rubor aparece en el rostro de la joven de 17 años. Sonríe. Con determinación se alza en la punta de los pies, como bailarina de ballet, y besa al profe; por segundos el tiempo se detiene. Él se aleja indignado. Trata de reprender a la alumna, pero se contiene al ver, en la ventana, al muchacho que le gusta y a la madre de la muchacha.

Fercha observa el reloj. Apenas tiene tiempo de agarrar el bolso de la mesa, hacerse una moña y sostener el paraguas bajo el brazo. Cruza la sala y cierra con violencia la puerta. A pasos largos se dirige al call center. El almuerzo de Martina la demoró más de la cuenta. Sin embargo, es la forma de disculparse por sugerir, por falta de dinero, no volver a las clases de guitarra. Así que Fercha decide ir al centro comercial, donde Martina recibe la clase de música, y decirle que de alguna forma conseguirá el dinero. Entra al pasillo. Mira el reloj. Los tacones contra las baldosas parecen un pájaro carpintero abriendo un boquete en un árbol. Apresura el paso cuando ve el salón pequeño donde, seguro, estará su hija. El paraguas se le cae al pasar frente a un almacén de zapatos.

Carlos abre el almacén a las diez de la mañana. Mientras gira la lleve mira de reojo si ya llegó el profe de música. Nada. Suspira y al sentarse en una repisa imagina los labios carnosos del profe. Está feliz ante la certeza de ser correspondido. Hasta ese momento su radar de gays no ha fallado. Termina una exhibición de zapatos cuando escucha un taconeo que se aproxima. Ve una mujer que al pasar por el almacén se le cae el paraguas. Carlos la llama, pero no lo escucha. Así que toma el paraguas y la sigue. No obstante, Carlos arruga el ceño cuando la mujer se detiene, así no más, frente al aula del profe de música. Con sigilo se acerca, y ve al profe de música besando a una jovencita. Y deja caer el paraguas.