Mi barba es rojiza cuando crece
En sueños tengo mechones rojos
Soy hijo de un volcán
lava en ebullición.

Puedo encender el deseo con solo enfocarme
y también apagarlo si es necesario
Soy luz y sombra
Un remolino de luz o un cuarto oscuro.
Así como cuernos tengo alas de ángel.

Soy muy emocional para ser solo hombre
Soy muy emocional para ser solo espíritu
Soy hijo del sol
Puedo caminar en la noche sin temor a caer
                   en el caldero de la inconsciencia
Nací también noche.



El amor es una palabra escurridiza. Aunque se sabe que está en un lugar pocos la ven, aunque muchos la sienten. Aunque muchos dejaron de sentirla porque esta palabra abandonó esta tierra. Dejo a su amiga la “ilusión” a cargo debido a la necedad de algunos estúpidos que aman en la medida en que poseen. 


Se dice que la palabra “amor” caminaba por el campo y se encontró una trampa para osos. Estas trampas las fabricaron los fanáticos y los dependientes de la emoción que deseaban tener al “amor” en una jaula y cobrar por verlo. Estos seres minaron el camino de segundas intenciones y el amor, un ser espontaneo, que siente el camino más que mirarlo, se hirió en una de las extremidades de la letra “m”. Por tal motivo dejó de hacer sus paseos matutinos y se refugió en su casa. Su amiga lejana, pero amiga a fin y al cabo, la palabra “ilusión” fue por el médico de las palabras, la palabra “Sol”. La palabra “Sol”, con su túnica dorada, al ver el estado de la palabra “amor” decidió hacer de inmediato un examen exhaustivo. Extrajo de su maletín una especie de lupa. Observó. Identificó que la letra “a” parecía una mujer en embarazo y estaba bien. Es decir, la parte femenina de la palabra que se relacionaba con la luna funcionaba y no presentaba anomalías. Caso contrario sucedía con la letra “m” que si se gira un poco simboliza el movimiento de un río en la montaña. Esta letra representa el fluir, el agua en movimiento. El agua es la emoción y si está no fluye llega la duda y la autocompasión. El médico con unas pinzas extrajo un diente de metal. El diente había hecho un agujero por el que el agua de la emoción se había derramado. El médico cosió la herida y vertió sobre la letra un líquido azul. De inmediato la letra “m” empezó a sonar como arroyo. Para terminar el examen observó la letra “o” que parecía un gimnasta que se tocaba la punta de los pies con las puntas de las manos. Representaba el círculo, que si estaba ben hecho significaba que se estaba dispuesto iniciar nuevos procesos. En caso de que no, el trabajo sería más delicado. Curar esta letra, lo sabía el médico, requería de más tiempo. La “r” era un hombre que señalaba con la mano izquierda el cielo y la derecha, en arco, la apoyaba en la cintura. Pero el dedo índice apuntaba a la tierra. En esencia significa que como es arriba es abajo. La “r” da el equilibrio a la palabra “amor”. Aporta lo espiritual y lo material en la medida justa. Casi siempre es la letra “r” la que se cansa de tener el brazo alzado y el médico debe recurrir a terapias especializadas. Finalizó el examen. Por último, la palabra “Sol” le dijo a la palabra “ilusión” que estuviera unos minutos y luego se fuera. Pues no era conveniente que la viera cuando abriera los ojos. De hacerlo se animaría a salir antes de tiempo y la herida podría empeorar. El médico marchó. La palabra “ilusión” observó cómo su palabra amiga dormía y al respirar inflaba y desinflaba las letras. En la “m” escuchó el cauce de un arroyo. Antes de irse dejó en el suelo algunos pétalos de rosa para perfumar el recinto. Al despertar, la palabra “amor” miró la letra “m” y la vio remendada con hilos dorados. Supo que la había visitado el médico “Sol”. Agradeció. Luego, al ver los pétalos en el suelo susurró un viento de menta que dibujó con los pétalos el rostro de la palabra “ilusión”. La palabra “amor” identificó las trampas de oso y decidió marchar a un lugar más seguro donde pudiera fluir. En esta tierra, se dijo, la “ilusión” era suficiente para los que no quieren ver. 

Luis le argumentaba a su abuelo que ya había entendido el misterio de las mujeres. Decía que a ellas se las conquista con la palabra. Por eso había estado leyendo para poder ampliar su léxico. Además, con un poco de determinación y autodominio sería un hombre irresistible. El viejo, ya curtido en experiencia y amores, sonrió al mirar la prisa del nieto, la necedad bien argumentada, la incapacidad de jugar a ser espontaneo y los sentimientos juveniles. Con ternura le tocó el hombro y le dijo a Luis lo siguiente: “Sabrás que comprendiste el misterio del amor cuando tu corazón sea la casa en la que duermes profundo, sin anhelo y despiertas con una sonrisa al escuchar el canto de los pájaros”.

Imagen de cuerpo semidesnudo de mujer que vibra en el miembro. Crece en carne y decrece al satisfacerse.

El hombre estaba en el lecho mirando la ventana. Recordaba el aroma de aquella mujer que lo hizo sentir vivo. En ese instante el viento abre las ventanas. Imagina que un augurio, un presagio, la posibilidad de que la mujer amada vuelva a sus brazos. Sin embargo, se acomoda en el sombrío y reconfortante lecho. Bosteza. Se arropa sin percatarse de que justo en ese momento, afuera, ella espera que él se asome a la ventana, como antaño y con una mirada la detenga. Cansada de esperar se marcha meneando las caderas.