HacÃa frÃo cuando me desperté y miré a la calle. El amarillo salÃa de todas las esquinas y me señalaba. Era el amarillo o yo.
Miré el primer otoño de mi vida. TodavÃa lo miro. Hay guayacanes por todas partes, hasta en los sueños. Pero el amarillo se despertó con sed de mÃ.
Crucé la esquina, la que va al departamento en que vivo desde hace una semana. Miré la flecha, obedecà la señal. El mundo está hecho de señales y crÃmenes de color amarillo. Puto amarillo. Mi crimen será escribirlo con h hamarillo y fotografiarlo.
Crimen a medio cometer. Asà que saqué la cámara de la mochila, miré la entrada de la estación del tren. Apunté y tracate. Perdón, la cámara no hace ruido de pistola.
De nuevo, otro disparo a un árbol seco. Porque en otoño las hojas se amarillean, luego se secan y caen de los árboles. Después llega el invierno.
Como todo turista, porque todavÃa soy turista, si me ven como turista, el turista que habla distinto. Bueno, como turista le disparé a estación del tren. HeregÃa permitida por mi asombro anóstico, por mi duelo con el amarillo.
No quedé conforme con el atentado a la estación del tren. Apunté a otra esquina para verificar el pulso y la furia del amarillo. Mejoran las cosas. Más amarillo. Amarillo y yo amari.
La heregÃa mayor, la iglesia, la nueva iglesia, la que fue reformada en los 90. El lugar donde un cura Irlandez no quiso dejarse entrevistar porque no le dio la gana, porque yo tenÃa cara de indio civilizado y mugroso. Cura que escucha rock pesado y llama a Dios todos los domingos a la 7 de la tarde.
Luego le disparé al sol porque no me gusta el sol, ni la iglesia, ni el calor, ni el frÃo, ni este blog, ni las fotos, ni los lectores, ni Dios, ni la llegada, ni la salida, ni la quietud sin acción.
Aviso parroquial: "Necesito mujer que hable poco y no le moleste que yo hable poco y sea un ocioso y esté erecto todo el dÃa. Las interesadas pueden dejar los mail en los comentarios de este blog y yo me contacto. Ah deben pagar la cerveza y los cigarrillos".