31 de mayo 2021

Por Juan Camilo Betancur E.


Las palabras no abarcan a los gatos.
Darío Jaramillo Agudelo

En la casa, por estos días, apareció una gata medio salvaje, que no se deja tocar, pero que maúlla y maúlla para pedir comida. Si intentas tocarla se le encrespa la cola y su maullido se transforma en un grito de guerra.

Para ser tan inaccesible, es grato observarla, hablarle y verla desaparecer por días. Incluso, cuando se ha escabullido en la cocina y robado mantequilla o mordido el pan. Tiene un encanto, una especie de hechizo sobre uno.

Aunque me dolió verla cazar un cucarachero. La gata se quedó quieta, sobre un muro. Toda ella estaba preparada para el ataque. Luego, marchó con el cucarachero en la boca. Y se le sigue dando comida.

Creo que la fascinación se debe a que un gato es un gato y le gusta serlo. De ahí que sea una creatura independiente que parece no necesitar nada. Y acuden a uno cuando tienen hambre o quieren cariño. Es como si domesticaran al amo y se convirtieran en su mascota. Son un enigma los gatos.

Por eso, en esta emisión de Me revientan los adultos hicimos un programa  dedicado a los gatos. Durante un mes tuvimos conversaciones profundas y divertidas sobre los gatos. Lo sorprendente fue encontrar la fascinación que también despiertan los gatos en los niños. Y no solo en los niños, también en la literatura.

La literatura ha hecho de los gatos personajes encantadores, inteligentes, místicos y hasta mentirosos. Los escritores les han dedicado muchas páginas. Les han escrito como musas. Incluso Hemingway llegó a convivir con hasta 60 gatos. Y abundan los gatos en novelas, cuentos y poemas. Nombraré algunos, pero la lista es larga.

En la literatura infantil está el clásico El gato con botas, cuento de la tradición oral y que fue adaptado por Charles Perrault a la escritura. Este gato es astuto, parlanchín, ambicioso, mentiroso. También en el libro Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll aparece el personaje gato de Cheshire. Es inquietante, misterioso y hasta podría decirse que tiene rasgos de una personalidad malévola. Ah, y no podría dejar por fuera a Fígaro de la autora colombiana Beatriz Helena Robledo. Es la historia de un gato lector que se escapa de casa y se vuelve callejero. Luego, detective y aprovecha su habilidad lectora para acompañar a sus amigos en la búsqueda de una princesa gatuna.

En la literatura para adultos hay un relato que le pone a uno los pelos de puta: El gato negro de Edgar Allan Poe. El protagonista es alcohólico, demente y tortura y mata a su gato. Pero la imagen del gato muerto lo atormentará y lo llevará a vivir ciertos episodios que lo llevaran a una crisis sin igual. También está la novela Kafka en la orilla de Haruki Murakami. En la novela hay un personaje, Nakata, que puede hablar con los gatos. Y los gatos hablan como los humanos. Y quedan faltando muchas novelas, pero no quiero dejar de nombrar Opio en las nubes de Rafael Chaparro Mediedo. En esta novela aparece un personaje: Pink Tomate, un gato que no sabe si es gato o tomate y que es catador de licor y conocedor de tejados.

Para relatos o cuentos hay un libro muy bello: Las mejores historias sobre gatos de la editorial Siruela. Este libro reúne textos fascinantes de escritores ya grandes y consagrados. Hay textos como: El paraíso de los gatos de Émile Zola, El gato de Dick Baker de Mark Twain, El gato que caminaba solo de Rudyard Kipling, Los grandes logros del gato de Saki, entre otros.

En poesía hay muchos poemas sobre los gatos. Entre ellos está el poema El gato de Charles Baudelaire. Texto que está en su obra Las flores del mal:

Ven, bello gato, a mi amoroso pecho;
Retén las uñas de tu pata,
Y deja que me hunda en tus ojos hermosos
Mezcla de ágata y metal.

Mientras mis dedos peinan suavemente
Tu cabeza y tu lomo elástico,
Mientras mi mano de placer se embriaga
Al palpar tu cuerpo eléctrico,

A mi señora creo ver. Su mirada
Como la tuya, amable bestia,
Profunda y fría, hiere cual dardo,

Y, de los pies a la cabeza,
Un sutil aire, un peligroso aroma,
Bogan en torno a su tostado cuerpo.

Es más común ver que un autor le dedique un poema a los gatos. Pero que le dedique todo un libro es una osadía y un regalo para los lectores. Así lo hizo el poeta colombiano Darío Jaramillo Agudelo en su obra Gatos, publicada en el 2005. Dejo cuatro poemas:


Gatos
Soy gato.
Cuando más me parezco a lo que soy
es mientras duermo.
Este es un secreto nunca revelado:
despiertos, los gatos no somos gatos;
entonces vienen los ángeles de la guarda
a moverse en la oscuridad entre los cuerpos de los gatos.
En esos momentos yo no existo.

Gatos
No son de este mundo,
los gatos no son de este mundo,
pasan de puntillas,
observan en la oscuridad,
espían para Dios o el diablo,
hacen pereza aburridos de este mundo,
los gatos: invasores, testigos.

Gatos
Se necesitan maña y constancia
para que un gato se deje acariciar.
A veces condesciende
solamente porque los gatos son buenos amos.

Gatos
Palabras para hablar de los gatos:
no hay palabras para hablar de los gatos.
Las palabras no abarcan a los gatos.
Los gatos son indiferentes
con los seres que hablan.
Un ladrido puede molestarlos
y un estruendo asusta a los gatos.
Pero los gatos no oyen palabras,
no les interesa nada que pueda decirse con palabras.
¿Para qué las palabras si hay olfato,
para qué las palabras
si es posible el silencio?




Y el Patito Feo soportó el rechazo, la indiferencia, el olvido. Pero ante la masacre del gobierno narco-paraco y sus reformas: Tributaria y Salud, alzó el vuelo y se dio cuenta que había nacido Cisne.
Desde hace meses se persiguen sin admitirlo. Es como si un impulso incomprensible que les impide alejarse, cada tanto los lleva a pensarse, a sentirse, a buscarse. Sin embargo, vicio extraño de la decencia, cuando están cerca, se comportan como si ese sentir profundo, no fuese más que un capricho pasajero.