Desde muy joven se fue de la casa con la convicción de que el mundo podía ser más hospitalario. No le importó el llanto de su madre que intentó retenerlo. A partir de entonces erró de pueblo en pueblo, de trabajo en trabajo, de decepción en decepción. Cada vez caminaba más encorvado y su deseo de morir se afianzaba en su corazón. Una tarde, a sus treinta años, miró los centavos que había reunido cargando arena que apenas le alcanzaba para pagar la habitación. Sin importarle dormir en la calle compró una botella de aguardiente y se dirigió al puente, ubicado a la salida del pueblo. Empezó a beber y a sentirse cada vez más solo. Hasta el punto que se subió a una de las barandas y se lanzó al vacío. Segundos antes de caer vio el rostro de su madre y se acordó que hasta ese momento no había respondido a la pregunta que ella le hizo el día que la abandonó. ¿Entenderás algún día que te amo? En ese instante quiso volver, pero fue demasiado tarde.
INVIERNO INQUIETANTE
Hace 1 día
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