Yagé: ni alucinación ni droga
El Yagé, su nombre, es muy
probable que venga de la lengua
Geral del Brasil, una lengua franca que los jesuitas utilizaron para hablar
con los indígenas. Los Tukanos, grupo representativo del Vaupés lo
conocen como el Caapi, Gahpí y Kahpí. Los Cubeo le llaman Mihí, los Guahibo le llaman Kápi, los Noanamá le
llaman Dápa y en general en Ecuador y Perú se le conoce como Ayahuasca. En
estudios botánicos se refieren a Banisteriosis. En esencia, todos estos nombres
se refieren a una enredadera selvática, silvestre,
de efectos endógenos y no alucinógenos. Endógenos quiere decir efectos en el
interior de la persona.
Al yagé también se le denomina
planta milenaria porque ha sido una planta que han utilizado los indígenas desde tiempos
prehistóricos. Hay registros arqueológicos que afirman su existencia
desde hace unos 3.000 años antes de nuestra era con el desarrollo de la
cerámica en Perú, Ecuador y Brasil.
Además, el yagé como la coca, las
daturas, los rapés eran y son plantas sagradas para los indígenas. Por lo
tanto el Yagé ha sido utilizado para alejar malos espíritus, fortalecer
espíritus débiles, curar cáncer, depresiones y otras enfermedades.
Hago estas aclaraciones porque el
pasado 23 de abril falleció el joven Henry Miller de nacionalidad
británica. Este joven estuvo en una ceremonia de yagé con el Taita Guillermo
Mavisoy del resguardo Kamëntza Biyá. Este episodio le ha dado vuelta al mundo
al ser titular en los medios nacionales como internacionales. Lo cierto
es que todavía no se sabe cuáles fueron las causas de su muerte porque Medicina
Legal no ha dado su veredicto. Lo que afirma el taita es que el yagé no fue la
causa de su muerte. Conozco al taita y su trabajo. Por ello, a continuación
publico una crónica que hace un amigo del Taita Guilermo a quién considero un gran médico del yagé.
Por Sergio Alejandro Henao
Seguramente, definir a un hombre
como él, sería trabajo para un libro. Solo puedo recurrir a mis impresiones, a
lo que he oído de otros, a lo que he oído de él mismo y a lo que ha hecho no
solo por mí, sino por tantas personas que conozco.
El Taita Guillermo Nació en
Putumayo, en Sibundoy, en el antiguo pueblo indígena Kamentza Biyá, sabios
conocedores de diversas plantas sagradas medicinales, entre ellas el Yagé. A los
10 años salió de la casa, porque en esos tiempos se era hombre a muy corta
edad.
Comenzó a vagar por el mundo.
Aunque mejor es decir, a cumplir su destino en el mundo. Pronto se encontró con quien sería su
maestro, el reconocido curandero Siona, finado Taita Pacho Piaguaje. Muchas
fueron las cosas que aprendió de él, pero la más importante fue trabajar la
sagrada medicina del yagé. Quienes tuvieron el privilegio de ser seguidores y
aprendices del finado Piaguaje, podrán dar cuenta de su exigencia. Tal como lo
cuenta Taita Guillermo, el rigor de su maestro era implacable. Exigía
compromiso, responsabilidad, entrega para la enseñanza que le estaba
Compartiendo.
La medicina
El Taita tiene plena conciencia de su saber. Ciencia o no a la luz de la epistemología occidental, el conocimiento de sus ancestros tiene una técnica, unos principios, unas formas de proceder –de acto y de palabra-, es decir, toda una amalgama de conocimientos que son los que permiten a los Taitas, también conocidos como Shamanes, curar y ayudar a las personas no solo en sus enfermedades orgánicas, sino también espirituales, o mentales. Cada uno lo nombra de acuerdo a su sistema de creencias, pero lo cierto es que no cualquiera puede lo que puede un Taita.
El Taita tiene plena conciencia de su saber. Ciencia o no a la luz de la epistemología occidental, el conocimiento de sus ancestros tiene una técnica, unos principios, unas formas de proceder –de acto y de palabra-, es decir, toda una amalgama de conocimientos que son los que permiten a los Taitas, también conocidos como Shamanes, curar y ayudar a las personas no solo en sus enfermedades orgánicas, sino también espirituales, o mentales. Cada uno lo nombra de acuerdo a su sistema de creencias, pero lo cierto es que no cualquiera puede lo que puede un Taita.
Tener conciencia de su saber
quiere decir que el Taita, cuando caminas con él, reconoce cientos de especies
de plantas curativas, y aquellas que por lo regular nombramos rastrojo o arvenses,
él puede saber con exactitud sus propiedades, reacciones, contraindicaciones,
ventajas, preparaciones. Lo sabe porque su forma de aprender es la más efectiva:
probando. Hablo en presente porque el Taita nunca ha dejado de ser aprendiz,
aunque es, con la propiedad que le confiere la edad y la experiencia, un
maestro íntegro, un sabedor consumado. Su actitud es lo más parecido a un
maestro socrático: la conversación, el caminar, el viajar, el reírse, el no
presumir de sus saberes, es la manera
como ha formado una personalidad sencilla, alegre, humilde pero digna.
El taita
El abuelo Guillermo rara vez lo ve uno con el rostro grave, o amargo. Tiene por costumbre natural la sonrisa. Su gesto es amable, generoso. Ello gracias a que no ha hecho de sus conocimientos un altar para rendir culto ciego a su personalidad. No ha hecho de su nombre el bastión que acostumbran algunos, cuando merced a sus saberes erigen una muralla de la cual solo se percibe desde abajo egoísmo y soberbia.
El abuelo Guillermo rara vez lo ve uno con el rostro grave, o amargo. Tiene por costumbre natural la sonrisa. Su gesto es amable, generoso. Ello gracias a que no ha hecho de sus conocimientos un altar para rendir culto ciego a su personalidad. No ha hecho de su nombre el bastión que acostumbran algunos, cuando merced a sus saberes erigen una muralla de la cual solo se percibe desde abajo egoísmo y soberbia.
Es claro que nadie es monedita de
oro, como dicen, para caer bien a todos. Pero me ha sorprendido, en las muchas
oportunidades que le he visitado en el
resguardo, y las veces que él ha venido a mi casa, que no habla mal de nadie.
No denigra de sus iguales, agradece todo el tiempo. Dios es su palabra
constante. Su segunda más común es aquella que expresa una sonrisa
desinteresada.
Es raro, y algunos pensaran que
hasta sospechoso, que uno solo tenga cosas buenas para decir de cualquier
persona. Pues bien, en la medida de
nuestra humanidad, cada cual suponga los errores que pueda tener este hombre.
Insto a que con la vara que cada uno se mide, mida a los demás. De todos modos,
por más defectos que pueda tener, no creo que logre superar el carisma y la
calidez de su ser, que ha permitido que gente de todo el país lo rodeé y lo
considere aparte de maestro, amigo y casi hasta padre.
Taita Guillermo no solo es un
buen hombre, quien quiera que asista a él en busca de una sanación, corroborará
la fuerza y el empeño que entrega en ayudar a quien lo necesita. Puede pasar
toda una noche y todo un día asistiendo
sus pacientes, ayudándolos en los momentos más difíciles. Según el ritmo del
ritual, el Taita baila, canta, hace música, realiza sanaciones, sin menguar en
ningún instante la intención y el empeño.
Quienes hemos ido a su casa,
podemos dar fe de que recibe a viajeros, caminantes, peregrinos, y les brinda
techo sin pedir dinero a cambio. Comparte hasta aquello que le falta. No para
de trabajar todo el día. Camina con el ímpetu de los antiguos Charquis incas.
No se doblega con facilidad. Ni siquiera en esos momentos de mayor exigencia,
física, emocional y espiritual.
Es verdad que nadie puede ver a
través del corazón. Solo Dios. Pero Dios a veces nos muestra seres para que
comprendamos que su corazón está en las cosas más sencillas de la vida. El
Taita es una de esas herramientas de Dios. Tal vez lo digo porque su oración,
su rezo, es el más ecuánime y generoso que he podido escuchar nunca. Pide por
todos por igual, por los pobres y los ricos, por los paracos, los guerrilleros,
los militares, por los gobernadores, los alcaldes, obispos y arzobispos. Dice
que todos tenemos defectos y errores, pero que ante Dios todos somos iguales.
Porque y concluye el taita "solamente el que purifica la sangre y las almas es Dios del cielo".
1 coment�rios:
Ya he tomado yagé en tres oportunidades, realmente pienso que la planta no mata, mucho menos el taita, quien decide probar el remedio debe ser consciente de su situación médica y emocional, no subestimar el poder de la planta, he podido reflexionar profundamente en el estado al que me induce, generando cambios positivos en mi relación con los demás, en mi trabajo, en la forma de entender el valor de la naturaleza, de los animales, del agua, de la misma tierra, saber qué es la igualdad y la hermandad. Así solo puedo decir que es una experiencia única e irrepetible, aunque se que hay riesgos me atrevo a decir que de la mano de un taita cofan he conocido la revelación.
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