Epístola en defesa de la importancia de las cosas aparentemente ridículas

Hace poco un amigo, Mauricio, me dijo que mis textos eran poco serios. Qué corría el riesgo de quedarme escribiendo pendejadas. Qué una columna de opinión es un espacio para dar luz sobre la situación del país. Me decía que veía muy entretenida esta realidad, tan absurda, como para evadirla.

No estoy del todo en acuerdo con sus planteamientos. Desde nuestra condición, la de pueblerinos tranquilos, en la que vivimos, con sufrimientos fabricados, es evidente que escribamos en tercera persona.

La realidad nos es ajena. Nada de lo que pensemos de la guerra de este país es pensado desde el campo de batalla. No tenemos la experiencia como guía. A mí, por lo menos, me agota empuñar un revolver. Vemos la vida desde la ventana.

Sí, los libros, las interminables lecturas, las conversaciones, los amigos… han afianzado una posición ante desastre político del país, pero sin poner la mano en el fuego. Es rumor lo que decimos. Feligreses sin religión que comulgan con el vacío.

Se lee sobre política, filosofía, literatura, historia… con el riesgo de olvidar al otro día lo leído. En nuestra situación somos conjeturas, hijos del viento, esquirlas de viento. Viento y vacío. Ni la poesía, la prosa, la prensa, el amor, la amistad… nos llena. Estamos incompletos. Todo nos aburre. Nada está a la medida de nuestra desazón.

Somos hijos de una época global. En segundos, Internet nos comunica con cualquier rincón del planeta. Somos como hormiguitas en una ponchera todo el tiempo vigiladas. Cosa que nos arrastra y nos dice que debemos estar enterados del mundo, imponiéndonos una visión crítica y apresurada. Nos arrolla este cambio de milenio.

Lo anterior no quiere decir que haya que olvidarse de las cosas pequeñas, la que a simple vista parecen triviales. Es ahí, en lo tan visible que parece ridículo donde está el ingenio. En esas cositas está la universalidad. Son las ocurrencias de la afirmación del individuo.

Le compruebo. Empezaré a nombrar algo trivial, y que por lo trivial sea una visión horrorosa de la realidad colombiana, esa, que usted dice tan entretenida. A mí me da pánico.

Miremos los techos de los colegios. A simple vista no se puede decir nada sobre el tema. Si lo reto a que describa la crisis colombiana a través del techo de un colegio, de seguro, no me dirás nada. Contestaras, ¡ah! ¿Qué guevonadas las suyas? ¡Haber, póngase serio! Pero haré que esa guevonada le sea una cosa de horror.

Los techos de lo colegios, mi Mauro, por si no lo has notado, son una muestra de que nuestra educación es el refugio de guerra. Si se hace una comparación de la arquitectura de los colegios viejos a los nuevos, se sorprende, que hoy día, se construyan con menos techo. ¿Por qué?

El por qué está en la arquitectura. Cada vez los colegios se parecen más a los batallones. Mire el colegio de la Colombia, el que queda al terminar la cuadra de De bluss o el Atanasio. En alguna esquina veras que no hay techo. En vez de tejas hay algunos paredones, verticales al cielo, salidos de contexto. Son barricadas amigo mío. Protección contra el enemigo.

Si te acordás, meses atrás, hubo tensiones entre Venezuela y Colombia y Ecuador Colombia. Se pensó hasta e n una guerra. ¿Dónde cree que nuestros soldados se irían a refugiar y atacar al enemigo?

Cada que paso por un colegio y veo a un batallón camuflado, siento náuseas. Me es una tensión constante. Pero esta mirada de los colegios no es más que una ocurrencia, insustancial, mía. Pero esa es mi visión, y por ser mía, válida e importante.

Se me puede debatir muy fácil. Soy muy emocional y me valgo de generalidades para manifestar un desacuerdo. Pero, no creo que se pueda dar a luz un contexto que antes no se haya sentido. Por eso, nuestro rigor mental se mide por la laboriosidad de nuestras manos. Y nuestras manos no saben de la rabia e impotencia de ser victima de un paramilitar, un gerrillero o del presidente de la república. Nuestras uñas no son garras para un ideal de lucha. Más bien nos comemos las uñas.

Sabemos que nuestros ideales como nuestra amistad, la tuya y la mía y la de toda la manada de Girardota, son tan fuertes como el cabello de una mujer.

Somos la plebe del privilegio. Estamos vacíos y aburridos hasta el fin de los días. Por eso el afán de hacerlo todo, fumarlo todo, saberlo todo. Pero vamos por el camino que no es, porque es un camino sin flores, sin viento. Porque en los argumentos nunca llueve, no existe la tarde ni el horror de quedarse dormido para siempre.

7 coment�rios:

Anónimo dijo...

cami, pasate por alamaga.blogspot.com, que es mi blog y en definitiva me quedo con este. yo escribo, dibujo, elaboro cosas para que personas como voz, y todos ustedes, los lunáticos, las vean, aprecien, escupan, besen. si no, ¿para quien escribir?

Anónimo dijo...

Me ha gustado leer tu lectura sobre los techos de los colegios.

Cuando yo pienso en lo bajito de los techos de ahora, y lo elevados de los de antaño, reflexiono sobre cómo ahora vivimos en un mundo que escásamente le da tregua a la productividad y la eficacia a favor de concesiones que no serán reconocidas.

Es decir, actualmente, los techos de los colegios se construyen con la altura justa, de manera que se gasten los menores materiales, para reducir costes (todo esto salvo que fuese a ser publicitada la construcción).

Anteriormente los techos se hacían más elevados porque, una vez decidido hacer un colegio, se intentaba hacer el mejor colegio posible, dentro de los recursos existentes. Ahora, se busca realizar el colegio más "barato" posible, dentro de las obligaciones existentes.

Así lo veo yo...

Anónimo dijo...

A mi me aburre escribir sobre el país, pero escribo acerca de mí y de personajes que son el reflejo vivo y tangible de las consecuencias que acarrean las situaciones de un país que muere y se levanta casi desahuciado. Amo la fantasía y el rincón de la imaginación, como digo a mis amigos prefiero un pie en las nubes y otro en la tierra, y así no me hundo definitivamente en uno solo. Continúa vos camilo con esa escritura tuya, no es de nadie más.

http://elpozosinprincipioysinfondo.blogspot.com/

M. Gallinazo dijo...

André Gide: el oficio del escritor (si acaso te interesan esas bagatelas) consiste más en apreder a saber qué no escribir.

Juan Sebastian Acosta dijo...

Hombre cami. A mi definitivamente me gusta mucho tu escritura.Mi comentario no huela a erudicion y es falto de sapiencia;no tengo la formacion de mauro y vos, pero creo que si la tuviera apreciaria el doble tus textos... Sinceros abrazos.

Juan Camilo dijo...

Mi Mauro, claro que me interesan todas esas bagatelas y si estas vos cerca, más todavía. Es solo que aún no he superado mis ganas de abrazarlo e invitarlo a un cerveza en estos días. Le tengo unos viejos tiempos que revivir con usted.

Alejo dijo...

Parece que tu amigo Mauricio está demasiado afanado por volverse famoso, serio y con corbata. Que se motile entonces para que no se le enrosquen las ideas y todos sus pensamientos salven al mundo de la catastrofe de los desprevenidos, de los poco serios, de los que no nos gusta mirar la hora ni leer todo el periódico en la mañana. Espero que mauricio no nos odie por no terminar de ver todo el noticiero ni leer las columnas de Alfredo Molano, ni de Rudolf Holmes, ni de Mauricio Hoyos, ni de Tomás Castrillón, ni de Luis Pérez.

je je je.
Camilo, aunque tu texto tiene mucho de diparate con lo de los colegios, en el fondo tienes más razón. No por los colegios-batallones, sí por lo de que es mejor pensar en cosas "menos serias".