21 septiembre 2019
La Web es un término en inglés que
significa “red”, “telaraña” o “malla”. En el ámbito tecnológico se utiliza para
referirse a la red informática que es como una malla o tela de araña que
comunica a una persona con otra en cualquier lugar del mundo. Por lo que en
esta era digital el mundo está al alcance de la mano, a un clic.
Debido al flujo de personas que
frecuentan la Web se puede hablar de una nueva cultura que se basa en lo
virtual y podríamos llamar “la cultura post”. Entiendo como cultura un cumulo
de conocimientos, creencias, costumbres… que son adquiridos por el hombre como
miembro de una sociedad (virtual) que ha cambiado notoriamente la manera de
relacionarnos. Por ejemplo, antes, cuando la Internet era una estrategia
militar en los Estados Unidos, las personas hablaban y se miraban a los ojos en
un acto místico y espiritual para establecer un contacto vital e íntimo. Pero a
partir de la década de los 80 y con un ritmo más vertiginoso en el siglo XXI,
las formas de relacionarnos con el otro cambiaron de manera notable porque el
contacto vital se estableció a través de la interacción con una pantalla y no
por medio de personas, de sus experiencias de vida, como se había hecho desde
siempre.
Por ello, ahora en la cultura post el
saludo no es necesario porque es una costumbre arcaica de los incivilizados que
todavía viven sin correo electrónico, sin Whatsapp, Facebook, Instagram o
Twitter. Por tanto, los incivilizados no existen si no están en la Web y los
que están en la Web no los sentimos lejos (así no los determinemos) ya que con
un mensaje de texto nos ahorramos la molestia de visitarlos o mirarlos a los
ojos. Y cuando se mira más allá del celular se hace con un ojo para evitar
tropezarse. Pero la idea es evitar estar lejos de la pantalla de los
dispositivos tecnológicos.
Al eliminar el contacto vital con los
otros, los incivilizados sobre todo, quienes más se damnificaron fueron las
grandes historias, aquellas que nos reunían en una hoguera e imaginábamos la
trama y los personajes. Con la Web estas historias fueron desplazadas porque a
la cultura post no le interesa la tensión dramática que es fascinante en los
clásicos. La cultura post rechaza contundentemente elementos dramáticos como:
la incomunicación, el desencuentro y la distancia porque quieren evitar a toda
costa la incertidumbre y por tanto se imaginan un mundo tecnológico y
globalizado. Entonces las grandes historias, sin tensión dramática se
despacharían en un párrafo. Por ejemplo:
En la “Odisea” de Homero a Penélope le
regalan un computador portátil para que navegue en la Internet y se inscriba en
una página Web para mujeres abandonadas por sus esposos y así no pierda su
juventud esperando a Ulises.
En “Drácula” de Bram Stoker a Jonathan
Harker, el abogado, le dan un Esmarfon 6 en el que le escribe un mensaje de
texto a su mujer, desde el castillo del Conde, en Transilvania: “Necesito
verte. Acá pasan cosas extrañas. Besos. Chao”. Y ella responde: “No seas
miedoso bebé. Mándame una selfie donde se vea el castillo y así no sueño cosas
tan espantosas”. Con estos mensajes en un par de horas le dan contexto a la
historia y no son necesarias todas las cartas que se escriben en el
libro.
En “Frankenstein” de Mary Shelley al
capitán Robert Walton un marino le da una Tablet con datos para que le pueda
escribir a su hermana. Pero el capitán al ver su barco atascado a cientos de
kilómetros de tierra firme, en su aburrimiento lo que hace es entretenerse en
Instagram mirando fotografías de rusas despampanantes y se olvida de escribir
cartas y tampoco se interesa en conocer a Víctor, el alquimista medio loco que
le dio vida al legendario Frankenstein.
En estas historias, con objetos
tecnológicos que permitan acortar la distancia, se evidencia que la
incomunicación, la distancia y el desencuentro son impensables en la cultura
post porque no se puede esperar, sobre todo en una era que aceleró el afán
de contarlo todo, de saberlo todo, de virtuarlo todo, de estar horas y horas
revisando una y otra vez las redes sociales y los mail.
No se puede esperar porque en la
cultura post el chico o la chica post traslada toda su vida a la Web sin
percatarse de que allí es nadie. Tal vez por eso es que sufre, como resfriados,
depresiones post, desconexiones post, soledades post y suicidios post. Y no le
importa porque en la cultura post para ser un miembro activo hay que cumplir
tres requisitos básicos. Primero, no saludar a tus semejantes. Segundo, tener
problemas de identidad para reinventarse y ficcionarse ante desconocidos.
Tercero, evitar relacionarse con personas que no sean post-izas porque son los
dinosaurios del nuevo milenio y la onda en el tiempo de la prisa post es
imaginar que la vida es un salto al vacío con hipervínculos que llevan a
ninguna parte.
En resumen, la Cultura Post es lo
último porque allí están los escritores post que escribirán libros post para
público post con ideas post. Y el público post piensa corto porque en la
cultura post todo es breve y vertiginoso, rápido y distante, olvidadizo y
fugaz. De ahí que los escritores post se caractericen por ser lacónicos y no
decir mucho porque en la web los grandes párrafos dejaron de usarse. Por eso,
al público post le gusta el contacto post que promulga el amor sin tacto y el
sexo post-ergado.
4 coment�rios:
Valiosa reflexología. Yo tengo pocos de unos y otros. Un saludo
Reflexión
Susana
Gracias por tus comentarios. Un abrazo
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