La cultura pos

21 septiembre 2019
Por Juan Camilo Betancur E.



La Web es un término en inglés que significa “red”, “telaraña” o “malla”. En el ámbito tecnológico se utiliza para referirse a la red informática que es como una malla o tela de araña que comunica a una persona con otra en cualquier lugar del mundo. Por lo que en esta era digital el mundo está al alcance de la mano, a un clic. 

Debido al flujo de personas que frecuentan la Web se puede hablar de una nueva cultura que se basa en lo virtual y podríamos llamar “la cultura post”. Entiendo como cultura un cumulo de conocimientos, creencias, costumbres… que son adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad (virtual) que ha cambiado notoriamente la manera de relacionarnos. Por ejemplo, antes, cuando la Internet era una estrategia militar en los Estados Unidos, las personas hablaban y se miraban a los ojos en un acto místico y espiritual para establecer un contacto vital e íntimo. Pero a partir de la década de los 80 y con un ritmo más vertiginoso en el siglo XXI, las formas de relacionarnos con el otro cambiaron de manera notable porque el contacto vital se estableció a través de la interacción con una pantalla y no por medio de personas, de sus experiencias de vida, como se había hecho desde siempre. 

Por ello, ahora en la cultura post el saludo no es necesario porque es una costumbre arcaica de los incivilizados que todavía viven sin correo electrónico, sin Whatsapp, Facebook, Instagram o Twitter. Por tanto, los incivilizados no existen si no están en la Web y los que están en la Web no los sentimos lejos (así no los determinemos) ya que con un mensaje de texto nos ahorramos la molestia de visitarlos o mirarlos a los ojos. Y cuando se mira más allá del celular se hace con un ojo para evitar tropezarse. Pero la idea es evitar estar lejos de la pantalla de los dispositivos tecnológicos. 

Al eliminar el contacto vital con los otros, los incivilizados sobre todo, quienes más se damnificaron fueron las grandes historias, aquellas que nos reunían en una hoguera e imaginábamos la trama y los personajes. Con la Web estas historias fueron desplazadas porque a la cultura post no le interesa la tensión dramática que es fascinante en los clásicos. La cultura post rechaza contundentemente elementos dramáticos como: la incomunicación, el desencuentro y la distancia porque quieren evitar a toda costa la incertidumbre y por tanto se imaginan un mundo tecnológico y globalizado. Entonces las grandes historias, sin tensión dramática se despacharían en un párrafo. Por ejemplo: 

En la “Odisea” de Homero a Penélope le regalan un computador portátil para que navegue en la Internet y se inscriba en una página Web para mujeres abandonadas por sus esposos y así no pierda su juventud esperando a Ulises. 

En “Drácula” de Bram Stoker a Jonathan Harker, el abogado, le dan un Esmarfon 6 en el que le escribe un mensaje de texto a su mujer, desde el castillo del Conde, en Transilvania: “Necesito verte. Acá pasan cosas extrañas. Besos. Chao”. Y ella responde: “No seas miedoso bebé. Mándame una selfie donde se vea el castillo y así no sueño cosas tan espantosas”. Con estos mensajes en un par de horas le dan contexto a la historia y no son necesarias todas las cartas que se escriben en el libro. 

En “Frankenstein” de Mary Shelley al capitán Robert Walton un marino le da una Tablet con datos para que le pueda escribir a su hermana. Pero el capitán al ver su barco atascado a cientos de kilómetros de tierra firme, en su aburrimiento lo que hace es entretenerse en Instagram mirando fotografías de rusas despampanantes y se olvida de escribir cartas y tampoco se interesa en conocer a Víctor, el alquimista medio loco que le dio vida al legendario Frankenstein. 

En estas historias, con objetos tecnológicos que permitan acortar la distancia, se evidencia que la incomunicación, la distancia y el desencuentro son impensables en la cultura post porque no se puede esperar, sobre todo en una era que  aceleró el afán de contarlo todo, de saberlo todo, de virtuarlo todo, de estar horas y horas revisando una y otra vez las redes sociales y los mail. 

No se puede esperar porque en la cultura post el chico o la chica post traslada toda su vida a la Web sin percatarse de que allí es nadie. Tal vez por eso es que sufre, como resfriados, depresiones post, desconexiones post, soledades post y suicidios post. Y no le importa porque en la cultura post para ser un miembro activo hay que cumplir tres requisitos básicos. Primero, no saludar a tus semejantes. Segundo, tener problemas de identidad para reinventarse y ficcionarse ante desconocidos. Tercero, evitar relacionarse con personas que no sean post-izas porque son los dinosaurios del nuevo milenio y la onda en el tiempo de la prisa post es imaginar que la vida es un salto al vacío con hipervínculos que llevan a ninguna parte. 

En resumen, la Cultura Post es lo último porque allí están los escritores post que escribirán libros post para público post con ideas post. Y el público post piensa corto porque en la cultura post todo es breve y vertiginoso, rápido y distante, olvidadizo y fugaz. De ahí que los escritores post se caractericen por ser lacónicos y no decir mucho porque en la web los grandes párrafos dejaron de usarse. Por eso, al público post le gusta el contacto post que promulga el amor sin tacto y el sexo post-ergado.


4 coment�rios:

Susana dijo...

Valiosa reflexología. Yo tengo pocos de unos y otros. Un saludo

Susana dijo...

Reflexión

Juan Camilo dijo...

Susana
Gracias por tus comentarios. Un abrazo

عبده العمراوى dijo...
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