Su marido estaba en el patio tercero de la cárcel por porte ilegal de armas y hurto agravado. Por buena conducta y dinero logró llegar al patio tercero, lugar donde están los reclusos mejor posicionados y más peligrosos: los polÃticos que se chupan los recursos del paÃs, los empresarios que despoblaron hectáreas de selva virgen para sus monocultivos, los francotiradores del estado que trabajan para las multinacionales extranjeras que pretenden eliminar a los indÃgenas y campesinos…
Ella iba todos los domingos a las visitas maritales. Para esos dÃas se ponÃa el vestido de flores naranjas que tanto le gustaba a él quitar con los dientes. No le importaba someterse a la requisa que cada vez era más incierta. Cada vez le era más difÃcil saber que podÃa llevar porque eso dependÃa del humor del guardia. Si éste estaba de buenas pulgas dejaba entrar frutas, enlatados o algún almuerzo. Pero si habÃa amanecido de mal genio debÃa dejarle todo en la entrada, sin posibilidad de volverlo a llevar para la casa, porque ya le pertenecÃa al guardia. Aún asà ella iba a visitarlo porque lo que le interesaba era su dosis de sexo violento. Lo que más le gustaba era que él le hiciera el amor como si la estuviera violando, descarnando. No sabÃa si lo querÃa porque, a veces, hasta odiaba verlo. Pero desde que estaba preso no le importaba si lo querÃa o no porque solo iba a verlo para proporcionarse un buen polvo. Necesitaba de la furia de él, pero él podÃa pasar a un segundo plano. A veces rezaba para que nunca saliera de la cárcel. Que él fuera su sexo violento de fin de semana. Solo eso, porque no se lo aguantaba más de unas horas. Lo único que le gustaba era su animalidad en la cama. Ni sabe, ahora que él está preso, como vivió con él tres años. Tal vez por miedo.
Se despidió de ella, como todos los domingos, a las dos de la tarde. Él la vio partir y se sintió feliz de que su mujer lo hubiera visitado. Desde que está preso se siente más solo y con más rabia con el mundo y con Dios. Todos los dÃas quiere darse puñetazos con alguien. Calma su furia con flexiones de pecho. Pero, espera salir pronto para hacer un robo más grande. No lo satisface el mundo ni la posibilidad de ser un buen ciudadano. Lo único que lo guÃa es la ley del más fuerte. Quiso fumarse un cigarrillo, pero se dio cuenta de que ella se fue con ellos. Salió corriendo para alcanzarla antes de que se marchara. Cuál fue su sorpresa al verla en el patio primero, el de los más peligrosos, en los brazos de un muchacho, sumergida en un beso lento y largo, de esos que frenan el tiempo y que a él no le habÃa dado.
Después del alboroto los guardias sacaron en una camilla dos cadáveres: el de una mujer de vestido naranja apuñalada por la espalda y el de un joven degollado, quien habÃa sido acusado de haber asesinado a un taxista cuando intentaba robarle el auto.
2 coment�rios:
Genial, ánimos, nunca pares e escribir
Incluso podrÃa ser real...
Besicos
Publicar un comentario