Tu voz desempolvó las horas.
Alegraste mis siete angustias.
En cuatro patas
maúllo en los tejados.
Te separo de las sombras,
del recuerdo.
Atrapo un relámpago
y vuelvo a casa.
Me meto entre las cobijas
y estás en mi lecho,
gatamente disponible
como si no hubieras muerto.
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