Querido lector, si eres uno de mis conocidos, le pido, cordialmente, que aleje la mirada. Estas palabras lo pueden dejar miope. Es por su bien. La amistad en ojos del no amigo es cosa borrosa. El no amigo por más que intente no distingue ni siente ninguna emoción intima y se aburre. Por ello el no amigo bosteza cuando manifiesta su estima.
Hace días le escuché decir a Cesar Alzate que uno es de donde son los amigos. Eso me parece muy sabio, muy profundo.
Basándome en la máxima de mi querido Cesar puedo concluir que mi patria es mis amigos. Las conversaciones son la geografía de esta nación. País donde las cervezas son el himno patrio.
Mis amigos se entregan como el paisaje a los ojos. Bueno, en sentido metafórico. Pero supongamos que las emociones pudiesen recordarse con la alegría y la nostalgia con que se recuerdan los paisajes, entonces mis amigos serían danzarines ocasos a mi ventana.
Ellos dan más de lo que puedo recibir. Mi condición de pordiosero no es una máscara. Es sincera porque no he pedido nada. Solo recibo. Y no hay intención ello. Lo hago naturalmente, en silencio. Sé que algún día daré toda la ausencia que me define.
Nunca elegí los amigos. El destino me los puso. Así los vivo, así los siento, así los extraño, así los evoco y los dejo partir.
Si son mi patria a donde quiera que vayan es un ya haber llegado para mí.
A mis amigos les adeudo estas palabras. Se las ofrezco porque no son familia y no debo rendir cuentas de mis responsabilidades. Porque no son mujeres que me sugieran ser otro en la intimidad. Porque no son la vida que juega conmigo. Porque no son Dios que pide pleitesía y prudencia. Porque no son arte, porque no son yo es que son mis amigos.
A veces me pregunto que sería de mí sin amigos. ¿Con quién hablar mis preocupaciones más intimas, las que comparto en secreto, las que ante un conocido comprometen mi imagen de individuo cuerdo y piadoso?
Las fantasías solo pueden compartirse entre amigos. Hay una perversión mutua, cómplice y creadora. Perversión que los hace seres inacabados, inagotables. Seres que aprenden a comunicarse con otros diálogos, como una mirada o un gesto. Seres que pueden estudiar la divinidad del ocio sin pronunciar una palabra.
Los amigos me hacen un ser fantasioso e íntimo. Por ello, es monstruosa una fantasía para quien la desconozca y quiera comprenderla, sin antes haberla fantaseado.
A mis amigos, entonces, mis huidas, mis inconstancias, mi situación financiera (siempre en banca rota), mi literatura, mis secretos, mis descabelladas ideas... A ellos yo con todo mi silencio.
Amigos míos, por ustedes me comprometo a fumarme un piel roja en las tardes frías. Como una hoguera a media noche son sus conversaciones. Que mis palabras sea el humo de la hoguera y le rasque al cielo las estrellas.