Tres escritores antioqueños

11 de octubre 2021

Por Juan Camilo Betancur E.


 CINCO CUENTOS DE OSCAR CASTRO GARCÍA

 Enfrentar a una persona con su propia sombra es mostrarle su propia luz.

Carl Jung

La literatura de Oscar es discreta y profunda. Te espera paciente para arañarte el corazón y despertarte del letargo, que a veces es la vida. Y nombro apenas cinco de sus cuentos: “Sola en esta nube”, “Constancia”, “Gol Olímpico”, “El cumpleaños de Sardino” y “Vuelo a Madagascar”.

Estos cuentos promueven un exorcismo a la inversa. En vez de generar una catarsis en los personajes, expulsar oscuridades o demonios; ahondan en el conflicto, la sombra y lo indeseado.

El autor busca, en sentido metafórico, develar aquello que sientes, vives y ocultas; aquello que no logras nombrar. De ahí, que estos relatos no moralicen, no den lecciones de vida, no plateen moralejas ni conciban una verdad absoluta.

“Sola en esta nube”
Con este cuento Oscar ganó el III Concurso Nacional de Cuento Argemiro Pérez Patiño, convocado por la Universidad de Medellín (Colombia) en 1983. En el relato, Ana Clara, recuerda su vida de puta mientras hace el desayuno. En ese instante ella viaja al pasado; en el viaje Medellín también cambia, se ve la plaza de Cisneros y Guayaquil. Uno de los recursos narrativos que utiliza el autor es el monólogo interior para establecer un desorden hermoso en la personalidad de Ana y se desbaratan, reubican y retuercen las palabras. “Hago el desayuno aunque no haya con qué hacerlo desayuno desayuno desayu... no hay con qué desa yuno des ayuno des ay uno de sa yu no ay uno ayuno ¡ay de uno! Hay uno por semana y ayuno toda la semana... Me debería llamar Semana Clara... No, Semen Ana Clara, pero soy Ana Clara la que prepara el único desayuno de su semanaclara, este que preparo hoy, un domingo igual a todos, haciendo las mismas cosas”. Es un inicio que atrapa y te deja sin aliento.

“Constancia”
Con este cuento Oscar obtuvo el Premio único del VIII Concurso Latinoamericano de Cuento, Instituto Nacional de Bellas Artes, Casa de la Cultura de Puebla y Gobierno del Estado de Puebla (México), 1979. El relato plantea un interrogatorio brutal de militares. Y los diálogos, en vez de separarse con los guiones largos, se mezclan con la historia. Oscar acude de nuevo al monólogo interior para recrear la atmósfera violenta en la situación de tortura: “¡La comida! ¡Tomá cabrón comemierda gran marica... hijueputa!... Un maricón dos hijueputa tres arriba malparido cuatro abajo no hay colores, no hay sombras ni puede haberlas porque todo es una sombra que se dobla y dobla hasta volverse un rollo, un círculo, una esfera en la que estoy metido... ¡Vivo dentro de mi propia sombra enrollada sobre sí misma! ¿Por qué estoy aquí...? ¿Qué puede ser este lugar? ¿Qué hay después de mi oscuridad...? ¿Quiénes hablan, quién habla detrás de esa barrera de negrura...? ¿Y esos otros que me dan de palos...?”. Y apenas puedes respirar. Y percibes la actitud masoquista del personaje que se acostumbra al dolor y está insatisfecho con el final feliz del cuento: la libertad.

“Gol olímpico”
En este cuento Oscar muestra a un Bello rural, sin autos ni almacenes. Y vuelve al monólogo interior para narrar el instante en que Camilo, el personaje, está frente al balón dispuesto a chutar. Y siente la presión de los amigos y la familia. Entonces se ensueña: “Don Emilio ya debe estar destapando las gaseosas frías una dos tres cuatro cinco por un lado y una dos tres cuatro cinco por el otro, alguien me encandila con un espejito desde un segundo piso pero el sol ya no tiene fuerzas para impedir este tiro que tiene que ser gol pero parece que desde mi quicio pensara este Camilo se va a dejar coger de la tarde y yo a cuatro pasos del balón me imagino un gran estadio, el Maracaná y esos grandes astros del fútbol como Pelé que se ríe cuando va a patear y que se ríe cuando patea la pelota y que se sigue riendo después sin mirar a dónde ha ido a parar la pobre bola que harto le deben doler tantas patadas en un partido...”. Y cuando se decide a partear el relato da una comba, como la que hace el balón en un gol olímpico, y te enteras de que tan solo eras un testigo de las ensoñaciones de un niño solitario.

“El cumpleaños de sardino”
Es la historia de un niño sicario que muere el día de su cumpleaños. El cuento recrea la violencia en Medellín en los 90. Oscar utiliza los diálogos con guión largo y dos voces narrativas (la 1ra y la 3ra persona) para desarrollar la trama. La 1ra persona la usa para situar al narrador como observador: “Ahora, al recordar y narrar estos sucesos me parecen inverosímiles. Y más increíble aún la reacción de los muchachos, quienes tal vez se negaban a estimular su imaginación, y por eso insistían en tomar las explosiones como parte de la guerra que vivía la ciudad en aquella época”. Y la 3ra persona para recrear las vivencias de Sardino; vivencias que se alternan entre la experiencia de un chico duro en una banda de atracadores y la ansiedad de no saber cómo interactuar con la muchacha que le gusta: “Sardino pensaba que ni siquiera sabían besarse. Tal vez ella besaba mejor, con seguridad y decisión. Pero todo le parecía muy extraño y muy difícil. Nadie le había enseñado a besar. No distinguía el amor que sentía por Sandra, de sus deseos locos y de su curiosidad. No disfrutaba, aunque fingía saber mucho y ser un experto”. Y las dos voces narrativas se complementan para hacer que la trama avance hacia el inevitable y doloroso final.

“Vuelo a Madagascar”
Es el relato de un muerto que viaja en los cuerpos de los vivos. Y cuando el muerto encuentra el cuerpo de un Español, le roba la voluntad y escribe una carta a la exmujer, para vengarse. En este cuento la experiencia de la muerte es muy viva: “cuando puedo me trepo a los pies o los hombros o el cuello de cualquiera, y sigo con él para donde vaya. Supuestamente ya no tengo un cuerpo físico que pese, hable, huela y respire; sin embargo, casi siempre el individuo a quien me le subo se molesta, intenta rebelarse y no seguir porque seguramente siente que algo insólito le está sucediendo; pero yo me aferro a su cuerpo como una sanguijuela, y el tipo no tiene más remedio que seguir su camino, quizá acostumbrado ya a mi sombra totalmente entrelazada a él”. Es una narración muy a lo Rulfo. Tanto, que el muerto aprende a estar entre los vivos y se niega a morir de nuevo.

Estas historias corren el velo de la apariencia y te muestran —en el fondo de la imagen proyectada— una personalidad alterada y melancólica. También, se escucha el clamor de la memoria colectiva de un dolor que siempre ha rugido. Y recuerdas que la violencia, la sombra, el abandono están ahí, por más maquillaje que uses.

Y es posible la confrontación porque las historias de Oscar establecen un puente entre lo temporal (lo que vives y sientes) y lo intemporal (lo que el relato dice en cada lectura), para vislumbrar la incógnita o la sombra que te acecha en la intimidad y se escapa a la palabra.

Los cuentos se seleccionaron de los siguientes libros de Oscar Castro.

              



"PALABRAS DE VUELTA" AL PESIMISMO VITAL DE PEDRO ARTURO ESTRADA 


El estupor hizo más grande ese silencio definitivo
del que a veces saltan
—rotas palabras.
Pedro Arturo Estrada


La Universidad de Antioquia publica el poemario “Palabras de vuelta”, selección de poemas de 1978 a 2020, de Pedro Arturo Estrada; con presentación de Lucía Estrada ―hermana―. Dice Lucía:

“La poesía como experiencia vital, conocimiento y belleza ha sido para Pedro Arturo el centro de su vida, de su ser. Intuición y silencio son los caminos que a lo largo de más de 40 años ha sabido transitar con paciencia y discreción”.

En ese trasegar, que se evidencia en esta selección de poemas, se encuentran dos elementos fascinantes y difíciles de abordar: la sencillez y el pesimismo.

La sencillez
El mejor estilo es el que parte de la claridad, la concisión y la precisión para decir lo que se quiere decir sin complejidad o malabarismo innecesario. Y Pedro acude a palabras que se entienden y se conocen; pero que al unirse crean sonoridad y sentidos que esconden más de lo que dicen. Ejemplos, los poemas: “En la casa”, “Café Turkestán, 3 p. m.”, “Del tigre y tu memoria” aborda temas cotidianos que dicen más de lo que expresa en los versos. En el primer poema: “ella vive y medita/ plancha la ropa y lava/ esa mugre acumulada de los días”; en el segundo poema: “Ocho mesas de hierro todavía resisten/ el peso de las tardes”; en el tercer poema: “La risa tarántula de las visitas”.

Con una escritura clara Pedro se ocupa de aquello que no puede dejar de indagar ―las obsesiones―, que observa y logra concebir versos sencillos, profundos y bellos. “Que la vida me agarre confesado/ boca arriba del miedo/ aleteando en el azul”, dice en el poema: “Antioración”.

Y de las profundidades del poema surge el placer de captar algo que no va dirigido al lector; pero que lo toca. Es una vibración subterránea, que hondea bajo la superficie del ego. Una sensación que va más allá de la palabra y se queda como rumor en el vacío. Así ocurre en el poema “Ciegos”, cuando dice: “ese pozo vacío del yo/ del que tampoco regresa/ ningún eco” o en “La belleza del abismo” cuando escribe: “No te queda otra belleza/ que la belleza/ —del abismo”.

El pesimismo
Estos poemas rondan el origen, lo primitivo, lo olvidado; abordan el paisaje, el tiempo y el espacio para socavar lo que está más abajo del pensamiento y la sensación: el pesimismo.

Y más que una actitud de juzgar las cosas del modo más negativo y desfavorable; es una poesía que plantea un camino posible a la calma. Pero antes de la posible calma hay que vérselas con la desolación y el sinsentido para borrar el humo denso de la retórica. Es una experiencia que agrada y asusta; veamos.

En los poemas: “La edad de hombre”: “Ahora miras aterrado/ la línea de sombra que te cruza/ como el reflejo oscuro de la guillotina”; en “Los otros nosotros”: “Extraviados en medio de una fiesta/ donde no nos conocen/ —ni conocemos a nadie”, en “Morada real”: “El tiempo excava en ti/ una tumba”; en “Fuego fatuo”: “Sólo es tuya la sombra/ el silencio que incrusta/ —su raíz en tu boca”; en “Horror vacui”: “Ser esa náusea feroz/ de la noche al día”; en “Ciegos”: “Atravesamos el día ciegos/ y la noche nos toma/ abiertos los ojos a la nada”.

Este pesimismo, más que una caída libre a la oscuridad; muestra que la felicidad es una ilusión engañosa y especulativa de una vida plena. Y en estos poemas el sufrimiento y el dolor son palpables, suceden. Entonces puede llegar la calma al no perseguir la felicidad ideal y evitar, en lo posible, el sufrimiento y el dolor. Miremos los siguientes poemas:

En “Saber perder”: “Acaso nada se pierda/ ni la vida cuando en verdad/ nada antes teníamos”; en “Fuego fatuo del amor: “No le creas todo al amor. Guárdate/ de sus miradas de manso leopardo/ la destrucción viene por dentro”; En “Fatum: “Renunciamos hace tiempo/ a cualquier ilusión/ que nos distraiga del desastre/ Venga a nos/ —el reino de la noche”; en “Oscura edad”: “Hubo un día —remoto, casi irreal ahora/ en que imaginarnos a salvo de toda desdicha fue fácil/ En que dejarnos sorprender por el dolor/ o la felicidad no significaba más que la constatación/ de ser lo que debíamos”; en “Mientras Cioran enmudece”: “En las cimas de la lucidez/ también la alegría/ de no ser nada”.

El pesimismo en la poesía de Pedro Arturo es como un deseo incumplido que se persigue, se busca; propicia la nostalgia y al final reconcilia. Es una poesía que permite reconocer que la satisfacción verdadera es imposible y molesta. Es una poesía de reescritura, lecturas vastas; de un trabajo constante, obstinado y depurado del poeta que usa la sospecha y la melancolía para interrogar la desbocada felicidad.

Este libro le propone al lector que se mire a sí mismo. Si lo hace, el lector —desde la experiencia del poeta— contemplará el dolor, la derrota y el sufrimiento como un estado, no un concepto. Y así, tal vez, el lector pueda celebrar la poesía como una manifestación esencial que interroga sus fluctuaciones internas.

Para finalizar, dejo este poema, que es una celebración en claroscuro.

SE LLAMA POESÍA
Homenaje a Aldo Pellegrini

Se llama poesía todo aquello que cierra
la puerta a los imbéciles, sí. Todo aquello que abre
en cambio, la visión y el secreto del mundo a los inocentes
a aquellos que lo apuestan todo a nada
los que no guardan, no se cuidan, no acechan
no calculan y sin embargo están siempre a punto
de encontrar como por casualidad
incluso el amor, la muerte, la vida misma

Se llama poesía todo aquello que tira los pies
tras lo imposible, lo que revela el otro lado de las cosas
lo que canta al final del desastre sin motivo alguno
lo que te avienta inclemente fuera de tu ser
o invade en silencio —marea extraña
el interior hasta ahogarte los ojos

Se llama poesía todo aquello que estalla
de golpe en la palabra sin aviso y sin lógica
lo que no puede explicarse propiamente a los listos
a los que siempre tienen la razón

Se llama poesía todo aquello que vuelve luego del exilio
la derrota, los miedos. La luz que un día retorna
a los cuartos cerrados de la vieja memoria
la antigua, recuperada simplicidad de los días
el viento que reaviva una llama en la noche
lo que nos sobrevive
lo que siempre nos queda más acá de la herida
la pérdida más honda
como una última, callada

—oculta fortaleza.





 JACOBO CARDONA Y LA FUERZA DEL FRACASO


Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.
Samuel Beckett

Con la ópera prima, “Las vidas posibles” el escritor y antropólogo antioqueño Jacobo Cardona Echeverri, en el 2014 ganó el Bienal Internacional de Novela José Eustasio Rivera. La novela tiene una trama abundante en digresiones; protagonizada por un historiador que es profesor de Ciencias Sociales.

La novela recrea muy bien la sensación de realidad. Por lo tanto, Heriberto —el personaje principal—, parece un profesor de carne y hueso que dejó un texto autobiográfico de su experiencia como docente en la Comuna 13, en Medellín. Y gracias a que Jacobo Cardona trabajó como docente unos cinco años; pasó por su cuerpo, su sangre, la vivencia de docente para darle vida a su personaje. Luego, llegaría el trabajo de la escritura: “Después de tomar bastantes notas. Bastantes apuntes, se hizo un trabajo de sistematización y luego de redacción de la novela que tardó unos 18 meses”, dice Jacobo.

Llama la atención que Heriberto logre meterse en los nervios del lector. Es un personaje vivo. Tal vez se deba a que el autor utilizó la herramienta de las impresiones que consiste en acudir a los sentimientos de los personajes para crear un aire de realidad. Así, las impresiones de Heriberto son la ilación de detalles, sucesos y conflictos que al unirse dan una idea de verdad. Esta sensación de ilusión es manifiesta desde las emociones de Heriberto generadas a partir de su incapacidad de interactuar con el mundo circundante. Ejemplos: la frustración de trabajar en un colegio, la relación con su exmujer, el conflicto con los alumnos, el conflicto con la monja por ser ateo, su afición al whisky y la ropa de mujer...

El fracaso se plantea en la novela como una acción limitante, excluyente; sumerge a Heriberto en la incertidumbre. Sucede en las escenas en que los alumnos no lo escuchan y el personaje, en el capítulo V, dice: “Me sentí humillado y frustrado. Poseía algo valioso para decirles, pero a esos pequeños roedores no les interesaba escucharlo. Es más, tenía las respuestas de las preguntas que a ellos nunca se les ocurrirían; involuntariamente, yo estaba siendo desaprovechado.” O en el capítulo IX, cuando se encuentra con una exalumna de la universidad y salen a tomarse unas copas. Heriberto tiene la oportunidad de tener sexo con una mujer atractiva y: “Se me acercó, visiblemente achispada. Moví la cabeza afirmativamente, de forma automática, y le di un beso en la mejilla. Me fui sin decir nada”. Posteriormente, en capítulo XI, otro docente, Oscar, invita a Heriberto a unas copas. Entonces Heriberto confiesa que lo echaron por plagiador cuando trabajaba en un proyecto de investigación para el Ministerio de Cultura. Después, en el capítulo XIV, en una discusión, Sofía, la exmujer, lo ve con medias veladas y le dice: “—Das pena —dijo, y salió cerrando de un portazo. Me senté en el suelo y agaché la cabeza, avergonzado”, concluye el personaje. Entre otras escenas donde el fracaso, como Jonathan Smith —el gato—, es su fiel compañero.

El fracaso platea una reflexión profunda: en la vida se puede pasar más fácil a la acción al aprender de las adversidades, más que evadirlas. Sobre todo en este tiempo, el de las sociedades contemporáneas, de las redes sociales, que están obsesionadas en alcanzar el éxito, como si fuera un mandato a obedecer decretado por no se sabe quién, que tampoco advirtió que el umbral del éxito es una con infinitud de fracasos. Y es ahí donde “Las vidas posibles” tiene un lugar importante; muestra el fracaso como un compañero de vida, no como una enfermedad. Es el fracaso implacable y dramático; enseña que la existencia es robusta al aceptar la vida con las adversidades, los conflictos y sufrimientos. Así lo entiende Heriberto al aceptarse femenino de manera inesperada, exhibicionista y valiente.

En Heriberto es evidente la metamorfosis cuando vive su sexualidad porque evoluciona al sentirse vulnerable. Además, el mundo que habita provoca el cambio. Ejemplo: la distancia de su hijo o la posibilidad de perder su empleo por ateo lo impulsa a probarse más lencería femenina. Aunque el personaje le gustan las mujeres, como lo dice en el capítulo XIX: “…no quería ser mujer, pero tampoco trans ni travesti ni lesbiana ni perrito de la reina. Yo era un hombre al que le gustaba vestirse de mujer y punto. Adoraba mi voz, mis huesos, mis pelos de hombre”. Y esta declaración plantea un conflicto de fondo, el de estar dividido; ser dos personas distintas bajo un mismo cuerpo: un hombre y una mujer. De modo que tiene dentro de sí mitad mujer y hombre. Entonces es mitad mujer y mitad hombre. Por lo tanto, este personaje plantea algo más complejo que el limitado juicio moral de ver las acciones desde la óptica del bien y el mal. Es las dos cosas, pues no siempre los hechos son como parecen.

Para finalizar, es de celebrar que la novela sea la posibilidad de pensar el mundo, transgredirlo y cuestionarlo para que el lector se confronte. Por ello, los novelistas plantean preguntas, a partir de sus obsesiones, para crear su universo literario. Tal vez en “Las vidas posibles” Jacobo deja estas preguntas: ¿Cómo asumir el dolor y llevarlo a una experiencia vital?, ¿cuál es el sentido del dolor en la vida? y ¿por qué existimos?

Puede que no haya respuesta. Y no importa. La función de las preguntas, y otras que el lector encontrará, es mostrar a Heriberto tan vivo como un amigo o uno mismo. De ahí, que el autor acuda a escenas sencillas y naturales; tan verosímiles que engañan al hacer creer que todo es real —mientras se lee— y sumergen a lo hondo de una realidad posible.




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