Me revientan los adultos: La amistad

22 septiembre 2018
Por Juan Camilo Betancur E.



Todo mi patrimonio son mis amigos 
Emely Dickinson



Para esta emisión de Me revientan los adultos he escogido el tema de la amistad, en parte porque septiembre es el mes en que nos hemos programado para celebrar nuestros encuentros y en parte porque a pesar del mes, quiero hacerle un homenaje a cada una de las personas que me he encontrado en el viaje de la vida y que me ha acompañado, no importa el trayecto, pero sí su presencia en el viaje. De esta manera, reconozco el aporte sustancial de cada ser que por un periodo corto o largo he considerado amigo. Y si lo consideré amigo lo más seguro aún lo es. Pues una de las características de la amistad es que no tiene fecha de vencimiento como si lo tienen la mayoría de los encuentros amorosos. Por ejemplo, el amor tiene la aspiración de durar para siempre como una estrategia distractora de ocultar su fragilidad, o ¿por qué la iglesia ha inventado el voto matrimonial? En cambio la amistad, donde no hay intenciones de poseer al otro o al menos atarlo a tu vida, suele ser más sólida y duradera en el transcurso del tiempo.

En sentido básico la amistad es una relación que se da entre dos o más personas sin importar el sexo, la edad o el color de piel. Pero la amistad duradera está asociada a valores como el amor, la lealtad, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso. A este tipo de amistad me refiero donde en el encuentro interpersonal uno experimenta lo mejor de uno. Este encuentro sucede, según Aristóteles, desde la virtud porque aquellos que desean el bien inherente a sus amigos son los verdaderos amigos. Esa es la amistad inmarcesible. 

La amistad duradera empieza por un sentir que ocurre de manera espontánea. Parte desde la afinidad y la vibración. Es cuanto alguien te cae bien porque sí, porque dentro de ti se reconoce su espíritu y quieres compartir algo más que el arrebato sexual. Este tipo de encuentros, poco frecuentes, se dan entre personas de diversas edades, religiones, ideologías, culturas. Incluso, entre un animal y un ser humano. 



También hay que reconocer que hay encuentros que se basan en la utilidad (como las relaciones entre los políticos que se elogian para buscar una mejor posición), otros desde el placer (como las relaciones basadas en las fiestas de fin de semana para exaltar e incentivar los sentidos). También está la amistad basada desde un amor espiritual (como es la relación de un maestro con un alumno, como fue el caso de Santo Tomás con su discípulo Fray Reginaldo de Priverno, quien lo cuidó en sus últimos años y relató una faceta muy humana del santo que promovió la bondad de la amistad). En mi caso he encontrado personas para satisfacer el placer, también para utilizarnos mutuamente. Asimismo he contado con la fortuna de encontrar maestros que me han exigido a la hora de escribir hasta el punto de creer que su amor sincero era un odio disimulado. Sin embargo, esos encuentros donde expresé mi carácter sin temor a ser aprobado me permitieron indagar sobre ciertos matices de mi personalidad, que sin los amigos íntimos, tal vez no hubiese comprendido. 


Los encuentros en la amistad se dan en dos grados de intimidad. Están los amigos con los que estamos de forma lejana, aquellos que frecuentamos de vez en vez para compartir un café. Y están aquellos que consideramos los más íntimos, con los que compartimos ideas, información, sentimientos y sobre todo los momentos más difíciles de la vida; pues curiosamente uno recuerda más a la persona que te acompañó mientras llorabas a la que estuvo contigo cuando reías. 

Sin embargo, para muchos debe ser irrisorio que alguien escriba sobre la amistad en estos tiempos. Para los que piensan así, pueden leer otra cosa o seguir indagando porque le temen a los amigos. Tal vez sea porque en este tiempo digital, el de las redes sociales, lo que prima es el narcisismo. Las personas están embobadas y ebrias de sus reflejos. Por ello se preocupan más de lo necesario por su imagen, su proyección, que por una relación sana consigo mismos. Y lo que hacen es fabricarse máscaras para excitarse con sus propios reflejos o los reflejos de otros hasta perder la capacidad de contactar y establecer vínculos reales con sus semejantes, los más cercanos. Por consiguiente, en el mundo de las redes sociales la amistad no llega a un saludo en la estación del tren y el amor se visualiza como una aplicación descargada al celular para alimentar la fantasía. Por ello, en estos tiempos digitales, cada vez es más difícil encontrar un buen amigo, ya que el amor y la amistad se han sustituido por un deseo ilusorio, muy superficial, carente de vínculos reales y profundos. 

Por tanto una amistad verdadera es una cuestión utópica para el consumidor del mundo globalizado, donde el compartir se establece desde la inmediatez y la superficialidad. Por ello, prefiero recordar lo que han dicho y escrito algunos maestros sobre la amistad, que por lo que dicen, han experimentado una amistad profunda y nada inmediata. Por ejemplo el Dalai lama, líder espiritual del budismo tibetano dice que “la amistad sólo podía tener lugar a través del desarrollo del respeto mutuo y dentro de un espíritu de sinceridad”, tal vez porque vio en sus profundas meditaciones que los amigos son un reflejo de tus acciones. Por ejemplo, si empiezas a cultivar en ti la virtud y tu talento, tus amigos serán virtuosos y sensibles a tu talento. En esa medida, cuando ha pasado la inmediatez del encuentro, los temas banales de cómo está la ciudad, la familia… se pasa a verbalizar los sentires profundos y el amigo pasa a ser, como lo dice Emerson, “una persona con la que se puede pensar en voz alta” sin necesidad de juzgar, de prevalecer importante y dominante, como a veces sucede con el amor. En esa medida, dice el sabio Séneca que “la amistad siempre es provechosa; el amor a veces hiere”. Por algo será que el amigo no huye como un animal asustado ante la dificultad, como si lo hacen los adoradores del reflejo y el maquillaje. El encuentro que se fortalece cuando te quedaste sin trabajo, cuando un ser querido se te ha muerto, cuando te deprimes porque no estás en tu mejor momento… es un encuentro que “es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”, así lo considera el escritor indio Tagore. Ese amigo, el que te respeta y valora por lo que eres no por lo que tienes será como lo plantea el poeta libanés Gibran, el amigo para vivir las horas y no para matar el tiempo. 

Por ende, cuando hay una amistad fundamentada en el respeto, los amigos se reconocen como seres importantes porque aprenden a experimentar lo mejor de sí mismos en compañía del otro. Y no se avergüenzan de ser leales, atentos, cuidadosos, respetuosos… porque sus seres interiores así lo manifiestan. Adentro de uno está lo mejor de uno que empieza a expresarse con los amigos. Por ello, entre amigos no hay juicio ni máscaras. Lo que hay es un alto grado de evolución interpersonal en cuanto a la experimentación de valores de alta vibración como el respeto, la aceptación, la compresión y la confidencia. Por algo Aristóteles afirmaba que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas” o Chaplin declaraba que: “necesito de alguien, que venga a luchar a mi lado sin ser llamado. Alguien lo suficientemente amigo, cómo para decirme las verdades que no quiero oír, aun sabiendo que puedo irritarme. Por eso, en este mundo de indiferentes, necesito de alguien que crea en esa cosa misteriosa, desacreditada y casi imposible: ¡LA AMISTAD!”. 

Al aparecer, ahora que reflexiono sobre los amigos que tengo, he nacido con el don de la amistad porque he encontrado, desde pequeño, seres maravillosos con los que fui bueno y no solo moralmente bueno, sino profundamente bueno porque con ellos empecé a despertar mi talento, el oficio para el que soy bueno, al menos que disfruto hacer. Gracias a eso puedo afirmar, al menos ahora, que la amistad me ayudó a fundamentar mi talento, el de escribir, y así cumplir la función que tengo en este mundo. A las personas que me he encontrado y han recibido conmigo las bendiciones de la amistad, espero puedan escuchar el programa de radio Me revientan los adultos (que les dedico) o leer este texto. De antemano les agradezco por existir y espero que la vida nos siga permitiendo espacios para compartir y departir unos vinos y unas palabras. 

En tal medida, y para ir cerrado este texto, la amistad es una característica del ser social. Brota de su instinto pero se efectúa según la inteligencia y la bondad que posea el hombre. Pues la amistad en sí misma no es una virtud porque hay infinidades de encuentros nocivos y enfermizos. Pues está en nuestra naturaleza interactuar con el otro. Pero sí en ese encuentro coinciden seres conscientes que vivan la amistad desde un encuentro íntimo basado en el respeto y la diferencia, entonces la amistad se fundamenta desde la virtud y ese encuentro es imperecedero.




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