4 abril 2018
Por Juan Camilo Betancur E.
Albino
Idarraga
Pocos
son los hombres que logran que sus palabras, acciones y pensamientos sean un
acto consecuente. Estos hombres en la actualidad están en vía de extinción
porque parece que se han olvidado de la importancia de cultivar. Cuando, según
la comunidad Huitoto, indígenas de la Amazonía, el hombre está preparado para
asumir responsabilidades el día que aprende a sembrar.
Conocí
uno de estos hombres, Albino Idarraga, en la vereda el Cabuyal del municipio de
Copacabana del departamento de Antioquia-Colombia, que sin importar el problema
que hay legalmente con las patentes de las semillas, continua cultivando la
tierra y su corazón.
Hombres que de una u otra forma se las han
tenido que ver con los emporios que han generado la dependencia mundial del
petróleo. Dependencia que empezó en 1870 cuando los Rockefeller crearon la
primera compañía petrolera y se volvieron multimillonarios. Dieron pie a que otras
familias, igual de poderosas, se asociaran e implementaran una educación para
el empleo y peor aún “la gran revolución verde”. Esta revolución, que inició en
las décadas de los sesenta y setenta, no
era otra cosa que la implementación de grandes monocultivos basados en
fertilizantes y pesticidas a base de petróleo. Revolución que aceleró el
dominio de las semillas y el mercado por gigantescas empresas como la Cargill,
Nestlé, Monsanto, Unilever y ConAgra. Cuyo valor combinado de sus ventas es de
293 mil millones de dólares al año, mayor que el producto interno bruto de la
gran mayoría de los países latinoamericanos.
Para
que esto fuera un hecho estas empresas se basaron en tres estrategias. La Primera, implementar
la ingeniería genética como un método de control. La Segunda, patentar las
semillas y la vida para declarar la semilla como propiedad privada y llamar delincuentes
a los campesinos o agricultores que conserven semillas. La tercera, buscar la
aprobación de los tratados del libre comercio. Estos tratados les permiten
privar a los agricultores del derecho de guardar semillas. Es por ello, que han diseñado una tecnología de exterminación
para crear semillas estériles. De esta manera generar la dependencia de la
humanidad porque quien controla el alimento controla la gente. Y si se controla
la gente se obtiene una nueva fuerza de
trabajo obediente y dócil.
El panorama es desconsolador, Albino lo sabe, sobre desde que en Colombia El Congreso de la República expidió la ley 1518 de abril 23 de 2012, "Por medio del cual se aprueba el Convenio Internacional para la protección de las Obtenciones Vegetales, UPOV 91". Cuando UPOV 91 es una norma que amplía el alcance de la propiedad intelectual de las semillas.
Aun así, él es de los hombres que piensan que si el cielo existe debe ser los pocos metros que habita y cultiva. Por eso su casa es un santuario donde tiene una empresa de bastidores con la que se jubiló hace años y una granja auto-sostenible en la que produce el 80% de su alimentación ya que cuenta con unas 20 variedades de semillas de maíz, 15 de frijol, 15 de tomate, 40 especies en árboles frutales y unas 20 especies aromáticas, medicinales y condimentarías.
Aun así, él es de los hombres que piensan que si el cielo existe debe ser los pocos metros que habita y cultiva. Por eso su casa es un santuario donde tiene una empresa de bastidores con la que se jubiló hace años y una granja auto-sostenible en la que produce el 80% de su alimentación ya que cuenta con unas 20 variedades de semillas de maíz, 15 de frijol, 15 de tomate, 40 especies en árboles frutales y unas 20 especies aromáticas, medicinales y condimentarías.
La empresa ideal
En
1982 empezó Zootecnia en la Universidad de Antioquia y terminó en el noventa.
No ejerció la carrera porque no quería
ser mayordomo de los grandes empresarios que manipulaban los cultivos con
pesticidas y químicos. Por eso envió una hoja de vida como simulacro para que
su padre no lo presionara para conseguir trabajo.
De
muchacho consiguió un trabajo en unas canchas de tenis en Envigado recogiendo
pelotas. Fue ascendiendo hasta que se convirtió en instructor. Al terminar la
universidad continúo con las clases de tenis y viajaba a San Luis donde su
padre tenía una finca. En el 95, con el conflicto armado en el municipio,
decidió quedarse en Medellín. En ese entonces en este territorio había más de
ocho grupos armados, entre ellos: Las AUC del Magdalena Medio, las FARC, la
Policía, el Ejército, Los del ELN, El bloque Nutíbara.
En
Medellín, en el 95, se asoció con un cuñado para hacer y vender bastidores.
Después se dividieron y Albino retomó la idea, pero esta vez con la decisión de
que esa era su oportunidad de conseguir lo que quería. Fue así que investigó
sobre los bastidores porque sabía que debía hacer algo bueno, bonito, de
calidad e innovador para que la empresa perdurara. Las primeras muestras le
sirvieron para conseguir algunos clientes, que con el tiempo fueron aumentando.
En el 2005 registró la marca “Lienzos” en Cámara y Comercio.
Logró
posicionar su marca en una época en que la empresa era la única registrada con
posibilidad de contratar con grandes clientes. Pero tuvo claro que solo iba a
producir lo necesario, ni más ni menos. Lo importante, cree Albino, es tener
tiempo para hacer lo que se quiere hacer. Por eso, ante las propuestas de
ampliar sus pedidos se negó porque eso le implicaba aumentar la producción,
cosa que repercutía en su tiempo libre. Tiempo que él emplea en los proyectos
comunitarios como el programa “Cabuyaliando” que busca procesos de formación artística y cultural en
la vereda. Con parte del presupuesto del acueducto veredal (ACCO) creó este
programa donde la gente de la misma vereda dicta talleres de teatro,
literatura, pintura, tejido, matemáticas, ajedrez y chirimía. Proyecto que después
de que Albino se retirara de la parte administrativa continuó gracias a que la
comunidad se apersonó de ellos.
La casa de sueño
La
imagen que tiene de pequeño es que su papá siempre tenía unos graneros que eran
unos cajones muy grandes con varios cajones internos. Cuando levantaba las
tapas encontraba variedades de semillas como frijol, maíz… había alimento en
abundancia. Si llegaba alguna visita se marchaba con semillas porque la tierra
enseña a ser generoso. Pero hacer eso ahora, piensa Albino, es como
comercializar con narcóticos.
Albino
tiene una nevera, la que está en la cocina, llena de semillas. Al abrirla se
encuentran bolsas y bolsitas marcadas con el nombre de la semilla y el tiempo
de recolección. Y como su padre, ofrece las semillas a sus amigos o familiares.
Su
casa que es como entrar a un cuento ancestral donde hay vida por cada rincón y
cada ser es importante. Las gallinas y las gansas aportan los huevos, los conejos
la carne para las salchichas que se hacen en la misma finca, las naranjas son
la base para el vino casero que se fermenta en unos galones, las plantas
medicinales para tratarse ya que prefiere no ir al médico, la huerta provee de
alimentos, los perros cuidan la casa y lo acompañan en su
determinación de no traer hijos. Con Yolanda, su compañera de hace más de dos
decadas y quien trabaja con él, tomó la decisión porque cree que los hijos no deben ser un accidente sino un deseo. Además
no se imaginaba a un hijo haciendo una
fila en el seguro social y otras cosas terribles que pasan en un país sin
garantías.
La Huerta casera
La
huerta fue un proyecto que arrancó en el 2005 donde se buscaba que ninguno de
los productos llevara agroquímicos o venenos que alteraran la semilla. Para los
ciclos de siembra Albino utiliza el Calendario Lunar que le permite saber los
días aptos para sembrar, abonar y recolectar. Luego planea según las
necesidades de consumo. De esta manera siempre tiene lechuga, papa, tomates,
pepinos, maíz, frijol…
En
las programaciones tiene en cuenta el semillero y el tiempo del trasplante. Si
hizo una bandeja de plántulas determina que esa bandeja cabe en tantos metros
cuadrados y por cada metro cuadrado necesita cierta cantidad de abono. El éxito
en una finca orgánica es el abono y utiliza tres tipos: el Humus (lombrices);
compostaje y abono líquido, que puede ser de forma anaeróbica o aeróbica; y los
fungicidas e insecticidas de extractos de plantas.
Para
albino la huerta es una apuesta para una sana alimentación porque cree
firmemente que uno es el reflejo de lo que come, por lo que comer, en sus palabras, es un hecho y el resto
es una consecuencia. Sabe que la Semilla
transgénica también llamada OGM
(Organismo genéticamente modificado) es creada por ingeniería genética, donde
mezclan bacterias y virus con plantas y animales que altera el orden natural.
Dos ejemplos son la Soya RR y el Maíz BT.
Albino
sigue cultivando porque cree que mientras esté cerca de la tierra puede
cultivarse a sí mismo. Incluso, si le toca hacer sus trabajos en la
clandestinidad, lo hará porque sabe que a un hombre que le controlen el
alimento es un hombre vulnerable.
Él,
un hombre que a simple vista puede pasar de incognito, como si fuera tan leve
que apenas se nota su presencia, se mueve tan rápido que nadie se enterara de
que ha estado allí. Pero su voz, suave y pausada, queda retumbando al proclamar
que si el agua y la tierra no pertenecen a los pequeños agricultores, todo
esfuerzo por cambiar el sistema agrario será inútil. Agua y tierra que cada vez
es más patria de los extranjeros.
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