La responsabilidad de la palabra en el poeta


Hace unos días me encontré con un amigo poeta que me expresaba que estaba viviendo para escribir. Pregunté por sus vivencias. Él me habló de sus excesos y afirmaba que había que vivirlos para llegar a la sabiduría. 

Después, en mi casa, pensé que tan cierta era tal afirmación. Para empezar reconozco que hay un afán de protagonismo en muchos amigos poetas. Hay en sus búsquedas interiores muchas posturas y artificios. Pues han empleado la palabra, la que les dio el universo para alumbrarlos, para fines mundanos que solo buscan satisfacer los placeres de la carne. 

 Esta búsqueda de los excesos es imposible de satisfacer porque el deseo es un barril sin fondo. Los placeres son un atajo a la tristeza y a la enfermedad. A veces, muchos de los poetas más oscuros, cambian su visión del mundo al padecer el dolor de una uña encarnada. Otros, bueno, se quedan en el artificio cantando el mismo poema infinidades de veces. Hacen anécdotas del mismo verso sin darse cuenta de que llevan días dependiendo de sus placeres. 

 Al perder el norte, que es asumir la palabra como un instrumento de luz, muchos se quedan girando alrededor de sí mismos y pierden la posibilidad de elegir, de poder encontrar su propia palabra y se vuelven mulitas de carga de la influencia de poetas que antes de morir ya habían muerto en su obra, pero inmortalizaron su dolor. Las circunstancias de su canto era otra, por lo que no nos compete, al menos en la actualidad, repetir sus historias. 

Hablo de poetas como Rimbaud y Verlaine que se enamoran y vivieron un amor extravagante y violento donde escribieron textos hermosos, pero también se golpearon física y espiritualmente; Charles Baudelaire que escribió sobre la carroña y encontró en Alan Poe su alma gemela, al final terminó pareciéndose físicamente al norteamericano que vivió en la desdicha, en la calle, alcoholizado e inmortalizado con sus cuentos y poemas; François Villon poeta y ladrón, a la vez que empuñaba la pluma también empuñaba el cuchillo y rompió con sus relaciones cercanas y fue vagabundo y prófugo; el conde de Lautréamont de quién se sabe muy poco pero escribió unas páginas aterradoras donde la felicidad es abrazarse a un tiburón en un mar lleno de cadáveres; Antonin Artaud que solo podía escribir si estaba drogado para no sentir el dolor de la cordura; entre otros como Gérard de Nerval, John Keats, Leopoldo María Panero… y los nuestros Porfirio barba Jacob, Raúl Gómez Jattin y Dario Lemos… 

La pregunta es ¿Queremos ser ese tipo de poetas? ¿Estamos dispuestos a ser la herida y expandir la infección a los seres que amamos? ¿En verdad es eso lo que queremos? Admiro sus versos, pero sus vidas no son mi ejemplo a seguir.Yo al menos, no quiero eso. 

 A todos estos personajes los reúne una sombra que paradójicamente los hizo resplandecer. Muchos de sus poemas son referentes en la literatura universal. Pero todos ellos se consideraron incomprendidos y se refugiaron en la bohemia rechazando las normas establecidas, tanto reglas del arte o convencionalismos sociales que los llevaron a concebir un arte libre y provocativo a cambio del sosiego. Asumieron la figura del antisocial porque, a mi modo de ver, se encandilaron con su propia luz y quisieron apagarla con el dolor y la muerte. 

Después de escuchar a mi amigo y reflexionar sobre el papel del poeta, he entendido que el poeta ante todo es un hombre y como hombre está condicionado a su cuerpo, a sus placeres. Y eso es natural. Pero si escribe poesía es porque tiene una sensibilidad superior a otros seres y por eso puede percibir cosas que otros no, es como un mensajero de los Dioses. Pero si utiliza esa palabra para satisfacer sus placeres no enaltece la palabra misma que es luz. Cuando no puede ver más allá de sus placeres se queda atrapado en un malditismo que ni entiende y que no quiere abandonar porque se siente orgulloso de su fragilidad. Es como si se hubiera quedado viviendo en la  Caverna, me valgo de esta metáfora escrita por Platón hace más de 20 siglos para graficar la idea del malditismo. Entonces vive dentro de la Caverna, esa Caverna es la noche y los placeres. Desde allí no se puede imaginar las maravillas del día: el paisaje, la familia, los amigos. Pues desde el milagro de la luz solo concibe la Caverna y su limitado espacio.

 De ante mano, estoy convencido de que el poeta es un guardián de su palabra. Es quien tiene la potestad de usarla para hacer que el resto de la humanidad no esté a oscuras. Por ello, es el poeta quien puede salir de la Caverna y escribir de ese lugar, pero también de lo que hay afuera. 

 Tal vez, y sin que sea consciente, el poeta puede usar su palabra como un mago sus hechizos. Y esto lo logra si escucha e interpreta su luz. Si lo logra puede escribir versos auténticos y con tal pureza que dieran la impresión, en sus lecturas, que fueran el cauce de un arroyo que se oxigena cada tantos metros. 

Algunos ejemplos de versos que se han escrito desde fuera de la Caverna: 

 “Me celebro y me canto, / Y lo que me atribuyo también atribuíoslo vosotros, Pues cada átomo mío también os pertenece a vosotros”. Walt Whitman. 

“Si hablo de la naturaleza no es porque sepa lo que es/ Sino porque la amo, y la amo por eso,/ Porque quien ama nunca sabe lo que ama”. Fernando Pessoa.

 “Aún hoy la vida vivirá. Y seguirá en los seres abriéndose/ caminos a la luz”. Carlos Fram. 

“No es que esté obligando/ a mi hijo/ a trabajos forzados/ en la tierra;/ solamente/ le estoy enseñando/ a consentir a su madre/ desde pequeño”. Hugo Yamioy.

 Estos versos tienen una luz explicita y no son evangelistas. Hablan desde fuera de la Caverna, desde donde nos cuesta aceptar un compromiso con nuestras vidas y con los cercanos. 

 Es tan difícil porque hemos hecho de la poesía un espejo donde la vanidad y el egoísmo son los sirvientes de nuestra palabra. Por lo tanto, creo que no hemos entendido la tarea del poeta y es hacer de su palabra un uso responsable y ver más allá de sus placeres. Alzar la cabeza y escuchar esos mensajes que solo él entiende y puede descifrar al resto de los mortales. Solo él puede entender la magia de la palabra y entregarla como brotes de luz en estos días tan convulsos y violentos. 

Al referirme al poeta como un guardián de la palabra retomo algunos ejemplos de la palabra en la literatura sánscrita. Los rishis, o sabios de la antigua India, tenían extraordinarias habilidades. Una de ellas era la voz. Si un sabio entendía la magia de la palabra podía convertirla en realidad. Algunas veces, sólo con pronunciar una palabra, podía materializar un ejército completo. Por lo tanto, para ellos, la palabra era sagrada. El poder creativo de la voz se expresa claramente en sánscrito, donde vac, voz, es a menudo considerado como sinónimo de Shakti, que es la energía creativa, el poder de manifestación. 

 Ese poder de materialización es el que pocos logran porque se quedan, como mi amigo, en la Caverna, cuando podrían alzar su voz y acercarnos cada vez más a ese lenguaje sagrado que solo el poeta entiende. Y cuando lo logre, sabrá que los excesos no son necesarios. Pues cuando no es el cuerpo el que rige nuestra palabra, la sabiduría no es la experiencia acumulada del dolor y el abismo sino la espontaneidad del corazón.

4 coment�rios:

huck dijo...

La palabra nos hace ser más humildes,
nos pone a escuchar, a prestar atención, ya no somos siempre los que tienen algo que decir,
ni tampoco los mismos de antes,
la palabra y la poesía se quedan y nos dejan anclados en un oceano hermoso y profundo, una capacidad extrema de entender a los demás, sin tratar de cambiar puntos de vista, que al final es una perdida de tiempo, así, callados, descubrimos lo que nos rodea, como un bebe que apenas ha abierto los ojos a un universo de colores.

Juan Camilo dijo...

Huck
la palabra nos une y nos reconcilia. Gracias por su comentario.

Felipe González dijo...

La palabra en todas sus formas, es música, es cura, es concejo, es amistad...

Un fuerte abrazo amigo Camilo y gracias por ser portador de tan inmensas palabras.

Juan Camilo dijo...

Felipe, gracias a vos por pasar por estos lados. Un abrazo