Capítulo 54 de la novela La mujer agapanto. El despertar del jardinero


En Colombia, más que el Covid-19 y el cambio social que ha generado esta pandemia, tal vez lo más preocupante son las matanzas que están ocurriendo a nivel nacional en los últimos dos meses. Por ejemplo: 
La matanza de nueve universitarios este fin de semana en Samaniego, en el departamento de Nariño, en el suroeste del país. Hace una semana, en Cali, cinco adolescentes de entre 14 y 15 años fueron encontrados muertos y con marcas de tortura. El 10 de agosto dos estudiantes, de 12 y 17 años de edad, fueron asesinados en la localidad de Leiva (Nariño) en momentos en que se dirigían a su escuela a entregar unas tareas. El 27 de julio asesinan a tres personas de una misma familia en la aldea de Versalles, en el departamento caribeño de Córdoba. Dos días después asesinan tres personas en Puerto Colombia, ambos caseríos del municipio de San José de Uré. En la zona de frontera con Venezuela, el 19 de julio, mueren seis personas en el caserío Totumito, un área rural ubicada entre los municipios de Tibú y Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander. 
Por lo tanto, es necesario pronunciarse. Como una novela es una zambullida en lo hondo de la realidad es el sentido de un escritor rendir la más alta justicia posible al universo que habita. Es decir, reflexionar sobre la sociedad mortecina que se desmorona día a día. Es por ello, que ante la rabia, la desolación, el odio que se respira en Colombia, les comparto el capítulo 54 de la novela “La mujer agapanto. El despertar del jardinero”. Es una reflexión de la violencia que le muerde el corazón a los colombianos. Tal vez así despertemos de esta horrible noche de la violencia. Noche impuesta por un organigrama criminal estructurado en forma vertical, donde los campesinos, los indígenas, los civiles y ahora los jóvenes están en último lugar. 

                                              “54 
Nací en un país violento. Mi familia es vio­lenta. El medio es violento. La muerte es cotidiana desde hace más de medio siglo. Los homicidios suceden sin que nadie se escandalice. El país está dividido por ideas sexuales, religiosas, políticas y eso hace que nadie tenga el corazón en calma, porque cuando el corazón está en paz no se está ni a favor ni en contra de nada. Sin embargo en Colombia somos violentos porque estamos en contra del sexo y felicidad orgásmica. Como no hay libertad para sentirse en cada encuentro sexual se genera más culpa y preocupación, hasta el punto de que el sexo se convierte en un pensamiento recurrente y se transforma en una obsesión o enfermedad. Y esa es la primera división, la del cuerpo y la mente, la que origina el primer conflicto que justifica cualquier tipo de violencia. Entonces, los líderes divididos dividen más cuando empiezan a afirmar que la religión es correcta y el sexo erróneo. Sobre todo a establecer juicios de valor que abren cada vez más la brecha entre el cuerpo y la mente para seguir alimentando la culpa y el remordimiento, que a fin de cuentas genera más violencia. Por consiguiente, son los reprimidos los más sexuales y los que están en contra del sexo. Por esto, crean un objetivo opuesto de las cosas. Por ejemplo, el más violento crea la idea de la no violencia para ocultar su violencia. No obstante, será violento contra sí mismo, su cuerpo y se reprime y se preocupa. En esa medida, surge esta pregunta: ¿Cómo puede ser no violento si es violento? En conclusión, no se puede suprimir algo si no se entra en ello, porque de lo contrario la violencia consume la no violencia. Por tanto, el meollo de la violencia es la división, así que si uno quiere aportar a la paz que tanto necesita el país hay que partir de no hacer divisiones para no estar dividido. Pues, alguien dividido no puede ser natural porque la naturaleza existe en unidad y por ello está exenta de conflicto ya que lo acepta todo. De ahí que una clave sea no elegir ni estar en contra de algo. Si dado el caso se siente la violencia, entonces tener la sensatez de estar iracundo y luego dejar marchar la violencia. Sin embargo, cuando llega la ira el colombiano se vuelve más iracundo y codicioso. 
Ahora bien, ante un país tan dividido no se me ocurre como aportar a la unidad para poder cambiar un poco las cosas. Partiendo de que no soy un orador y soy incapaz de sostener una idea en un debate. Además, ni siquiera converso con más de dos personas sin intimidarme. Saber eso no quiere decir que deba quedarme quieto ante el mundo que se desmo­rona. La solución, lo digo de manera intuitiva, es alejarse un poco y volver a la unidad interior. Es decir, buscar un lugar tranquilo para enfrentar la violencia que corre por las venas y aceptarla de manera individual. Para ello, el lugar más propicio es la monta­ña porque uno puede encarar sus fantasmas sin necesidad de enlodar al vecino; pues la montaña permite una mirada panorámica de la situación. Asimismo, desde la cima se puede respirar mejor y aquietar los pensamientos. Por eso, creo intuitivamente que para llegar a un cambio importante en la sociedad es preciso invertir el proceso de migración a las ciudades. Es decir, en lugar de buscar la urbe volver a la montaña. De seguro habrá más en qué ocuparse porque en el campo está todo por hacerse y sobre todo para no hacerse. Pues, ante la ardua tarea que representa la tierra se hace más y se piensa me­nos y se empieza a reducir la brecha entre la mente y el cuerpo. Prueba de ello es que se evita la mal sana costumbre de solucionar primero la vida de los otros. También, asumir alguna responsabi­lidad porque es muy cómodo decir que la culpa es del otro. Luego, cuando el corazón esté en unidad, ninguna división podrá imponernos un modelo de vida y los políticos, los pastores y otros líderes de la división se encontraran sin oficio porque ya no serán necesarios. 
Al fin de cuentas, en el campo uno acepta esa parte de ciudad que también es. Entonces si uno es esa costra gris llena de auto­pistas puede oxigenarse con flores, pájaros, árboles… Quizás, volver a la mon­taña ayude a que seamos unos mejores ciudadanos capaces de construir unidad, mejor dicho, montaña.”

2 coment�rios:

Jessica L. Smith dijo...

Nunca creí en hechizos o magias hasta que conocí a este lanzador de hechizos especial llamado Dr.WEALTHY. El hombre con el que quería casarme me dejó por otra mujer y mi vida estaba al revés. Estuvimos juntos durante 4 años y realmente lo amo mucho, me dejó por otra mujer sin ninguna razón, intenté llamarlo, nunca contestó mis llamadas y no quiere verme. Hasta que vi una publicación sobre Dr.WEALTHY sobre cómo ha estado ayudando a las personas y le conté al hombre lo que sucedió. me ayudó a hacer algunas lecturas y después de las lecturas me hizo darme cuenta de que la otra mujer había hecho algunos hechizos sobre mi esposo y esa es la razón por la que me dejó, me dijo que me ayudará a lanzar un hechizo para traer él de vuelta. Al principio era escéptico, pero lo intenté. En 4 días, mi esposo me llamó y vino a pedirme disculpas. No puedo creer que pueda volver a verme, pero ahora estoy feliz de que haya regresado y ahora estamos casados ​​y vivimos como una familia feliz. Estoy publicando esto en el foro si alguien necesita la ayuda de este hombre. Puede contactarlo a través de esta dirección de correo electrónico: wealthylovespell@gmail.com o llamar / Whatsapp +2348105150446

Juan Camilo dijo...

Jessica L

Mira, querida, me es sospechoso todo eso de los hechizos y muy oscuro porque en el amor cuando se doblega la voluntad de otro a nuestro deseo se pierde la posibilidad de elegir con quien estar y el principio básico del amor es decidir con quien está. Por mi parte, no buscaría ningún intermediario para buscar a alguien que se fue. Al contrario, agradezco por el tiempo compartido y la oportunidad de encontrar algo nuevo.