La lección



Fernando durante años anheló un maestro para aprender a vivir. Estuvo en varias religiones y movimientos espirituales. Incluso hizo un ayuno de siete días y se trastornó a tal punto que creyó que estaba muerto. Decepcionado empezó a caminar sin rumbo. Cada vez más silencioso. 

Amanda, la hermana menor de Fernando, tenía una finca a las afueras de la ciudad. Allí vivía un anciano que cultivaba yuca y plátano. Ella, cierta vez que vino Fernando a visitarla, le propuso quedarse. Él aceptó. 

Al principio, Fernando no determinó al anciano. Durante el día se sentaba en el corredor, inútil. El anciano fue a un tanque, sacó agua en un balde y se la arrojó a Fernando. Fernando como un toro decidió atacar a su agresor. De manera asombrosa el viejo saltó por encima de Fernando. Luego realizó un giro inesperado y le dio con el balde en la cabeza. Fernando se sentó con los ojos incendiados. 

El anciano soltó una carcajada. Fernando llenó otro balde de agua. El anciano apenas se sostenía en pie de reírse. Fernando le arrojó el agua, con balde incluido. Sin embargo, aunque el agua y balde impactaron, el anciano seguía riéndose sin ningún enojo, exclamación de dolor o rastro de humedad.    


2 coment�rios:

عبده العمراوى dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Como prosista eres un pésimo poeta; gracias por invitarme al sitio, pero fue poco grata la lectura, por lo flojo y mediocre de tu ejercicio.