Desganas de ti


Desde que se vieron querían saber más de lo que a simple vista podían intuir del otro. Ella imaginaba que ese muchacho tan delgado, tan femenino y tan de su gusto le dijera cualquier cosa. Por otro lado, él tan orgulloso de sí mismo, al menos era lo que intentaba reflejar porque con las mujeres era más que inexperto, por lo que se desesperó al ser incapaz de generar algún tipo de pretexto para acercarse. Sin embargo, gracias a la diligencia de unos amigos lograron reunirse. Después de varias palabras triviales, él sugirió caminar. Ella aceptó. Así que salieron sin decirse gran cosa. Él aceleraba el paso un poco y luego volvía a nivelarse al de ella. Ella se acomodaba el cabello sin dejar de mirarlo. Caminaron sin rumbo y ella se sorprendió a notar que estaban cerca de su casa. Creyó que era una señal por lo que no dudó en invitarlo a un café. Además, sus padres regresaban tarde. 

En la sala él imaginaba que la besaba, le bajaba el vestido con los dientes y le hacía el amor con tal frenesí que jamás lo olvidaría. Asimismo, ella anhelaba que él se le acercara, la abrazara y la tocara de tal forma que su cuerpo fuera una explosión de sensaciones. Ambos anhelaban lo mismo y no sabían cómo expresarlo. 

Cuando el silencio era un recipiente lleno de deseo, él acercó su rodilla a la de ella y ella emitió una sonrisa de niña que lo sonrojó. Acto seguido, ella puso su mano sobre la rodilla de él. Sin previo aviso él se lanzó, como si fuera un combate de lucha libre, a darle un beso y los dientes se chocaron entre sí produciendo tal estremecimiento que ambos se distanciaron. Ella se quedó mirándolo algo asustada. Pese a ese desafortunado inicio quería insistir, ese chico le gustaba mucho, por lo que le solicitó que se dejara guiar. Acto seguido lo besó lento. A medida que sentía la humedad de los labios empezó a emocionarse a tal punto que se quitó el vestido y sin previo aviso, le susurró al oído: “quiero que me la metas tan adentro que te recuerde siempre. ¡Dime qué quieres tú!”. Él se paralizó. Nunca se imaginó que ella emitiera tales palabrotas. Al ver la insistencia con esfuerzo balbuceó: “Te… lo voy hacer como… un animal”. Ella se apretó con fuerza y él tomó la iniciativa de envestirla, pero en el cambio de posición las manos se enredaron y las espinillas con las espinillas y las rodillas con los tobillos los condujeron a separarse de nuevo. Él se llevó las manos a la cabeza, aunque ardía de deseo. Ella se acostó en un mueble y lo invitó a acompañarla. Él, de un brinco, ya le estaba acariciando los senos, que más que tocar amasaba hasta que ella le dijo que más suave. Luego la abrazó en un estremecimiento y ella empezó a decirle: “Eres sucio y me harás sucia y haremos lo prohibido ¡Ah perro salvaje hazme tu perra! Ahhh..! Él se paralizó de nuevo al verla poseída frotándose sobre él de tal forma que no se atrevió a desconcentrarla. Luego, ella le quitó el pantalón y vio que el miembro del chico estaba flácido. Él dijo que eso nunca le había pasado e intentó tocarla de nuevo. Ya ella fue la que se quedó quieta, decepcionada. Él de golpe se vistió y dijo que tenía que irse. Ella asintió con un gesto de desgano y vio como ese muchacho se marchaba cabizbajo y no tan hermoso. 

3 coment�rios:

Lunna dijo...

La decepción en esos momentos de pasión jamás se olvida, todo lo que sentía por el se borro para siempre.

Besos.

Lunna.

Black&WhiteAccademy dijo...

Complimenti un bellissimo racconto e scritto molto bene devo dire. Grazie per essere passato è sempre un piacere carissimo trovarti, ti mando un abbraccio.

Juan Camilo dijo...

Lunna

Es cierto, pues un encuentro muchas veces es más difícil de lo que uno cree.


Angeloblu

Muchas gracias por su comentario. Por este rincón eres bienvenida.