Un ratĂ³n cruzĂ³ la sala. LlegĂ³ hasta la cocina. Al frente estaba el pedazo de queso envenenado que le habĂa puesto doña Flor. Ella, una viuda cincuentona sentĂa repulsiĂ³n por los ratones. HabĂa ensayado todas las trampas y venenos que se anunciaban en el mercado. Pero el nuevo inquilino seguĂa inmune. AsĂ que consiguiĂ³ un gato, uno que le habĂa recomendado una amiga. El ratĂ³n llegĂ³ hasta el queso. Lo oliĂ³. Se llevĂ³ las patas delanteras al hocico y pasĂ³ de largo. BuscĂ³ un pedazo de galleta y volviĂ³ a entrar al agujero del que saliĂ³. El gato desde el sofĂ¡ bostezĂ³. Sigiloso se dirigiĂ³ hasta el pedazo de queso. Con los dientes lo llevĂ³ hasta el recipiente de la basura. Se asegurĂ³, como muchas otras veces, de no tragar saliva. Luego, se echĂ³ en el sofĂ¡ a esperar que Doña Flor le sirviera su taza de leche caliente.
EL NIĂ‘O MUERTO
Hace 20 horas
4 coment�rios:
RecordĂ© la sensaciĂ³n espeluznante y agria que me da cuando veo un ratĂ³n vivo o muerto, aunque sĂ© que nunca me podrĂan hacer daño, mas, toda mi infancia crecĂ corriendo de estas pequeñas criaturas y siguiendo el alboroto de gritos y saltos de todos en la casa y de mamĂ¡ con la escoba cuando veĂa cruzar uno ratĂ³n por la cocina.
Nancy
Un recuerdo de muchos y de muchas. Gracias por su comentario.
Hace unos dĂas tuve que cazar un ratĂ³n que estaba haciendo estragos en el jardĂn... el muy cabrĂ³n era hasta vegetariano porque acabĂ³ con el perejil y la yerba buena
me hiciste recordarlo porque le di su merecido cual gato al ataque.
saludos
carlos
Carlos A
Los ratones son terribles. Durante dĂas, uno pequeño, no me permitiĂ³ dormir porque estaba encantado con unas semillas de girasol que tenĂa en mi habitaciĂ³n
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