Licoreira

Conocí una mujer que no bebe y no fuma. Pero ella es todo el licor y el humo que necesito para espantar la pesadilla de la sobriedad. Su sobriedad me embriaga.

Ella estableció las condiciones para que la vaina entre ambos funcione. Me dijo que no peleara en la calle, no fumara marihuana sino resguardado, no estuviera con otra mujer delante de ella, no le dijera mentiras. Le dije listo.

Así son las relaciones. Acuerdos y acuerdos para acceder a la animalidad del otro. Buscamos preámbulos para no avergonzarnos del instinto. Porque somos animales que bebemos y cantamos. Es nuestra naturaleza. Hasta el asno rebuzna cuando bebe agua.

Acepté el acuerdo, soy un animal, un oscuro animal con garras y colmillos, un endemoniado animal que contiene su instinto. Un animal que bebe y se emborracha y mira el cielo. Un animal que aprendió a beberse el cuerpo de la mujer. Cada parpadeo un trago. Cada caricia un trago.

Me bebí a esta mujer el domingo. Su desnudez me aguó la boca. Su desnudez fue la caligrafía de mi erección. Su desnudez fue el octavo día de mi aullido. Su desnudez fue un cielo palpable a mis manos. Empecé a contarle los lunares. Parecían estrellas en su cuerpo. Como las estrellas eran incontables, pero se quedaron alumbrando el recuerdo. Me basta cerrar los ojos para ver su cuerpo en el firmamento, como si ella estuviera pegada con alfileres allá en lo alto y mi mirada le encendiera sus lunares- estrellas y uno que otro lunar se fugara de su cuerpo y desapareciera en la nada. Lunares fugases.

El domingo fue un astronauta borracho en su cuerpo. Viajé en ella desafiando la gravedad y bebí hasta la última gota de su desnudez.

Luego me sometí al acuerdo y le dije listo. No pelearé en público, igual nunca le busco problema a nadie, aunque por estos días quiero meterle un puño a un punkero de Girardota que lo llaman El simio. No fumaré marihuana, la primera mentira, hay que mentir un poquito, solo un poquito, es recomendable para el misterio. No me meteré con otra mujer delante de ella, me parece un buen trato, porque en ella mato la bestia que hay en mí y sé que en mis ojos, después de ella, el deseo estará dormido y veré con el desinterés y el cansancio del alma la belleza de otras mujeres.

Cuando ella partió de casa dejó en la sábana su olor a lechuga y a vino tinto. Se fue sobria de mí. Ignoró que mi mirada era de vino. No quiso embriagarse por establecer los acuerdos, el contrato para la entrega de su animalidad. Cuando yo había saciado mi apetito, había hecho las pases con el animal que llevo dentro, antes de firmar con un beso el contrato.

Ella no vio que había en mis ojos un bar, una mesa, dos sillas vacías, dos copas de vino y una canción de fondo, Contigo de Joaquín Sabina . Se fue, pero dejó en la cama, que es un desierto, su recuerdo como agua, como vino, para seguir emborrachándome.

2 coment�rios:

Anónimo dijo...

un texto muy bonito, me hizo florecer y tambien erizar. sin embargo, me da la impresión que hay frases pre-elaboradas, maromas de último momento.
un testo muy bonito. si.

Anónimo dijo...

cuando prometes algo, ya estas empezando a mentir. Sándor Márai
Lo mas aburrido del alcohol, es que a uno lo acostumbra