pueblo blanco

Atrapados como ciegos los habitantes del pueblo en que vivo memorizan rutas sin horizonte. Caminan sin imaginar que arriba de ellos está la luz. Para ellos la  vida fue la encrucijada de ciertas cosas que se repitieron una y otra vez sin que se dieran cuenta que pasaban.  De viejos, cuando sintieron el dolor de espalda y el temblor en las manos, se enteraron de que las cosas que los asustaron de jóvenes siguen siendo las mismas. Y los jóvenes que ven repiten sus historias y caminan por las mismas calles sin horizonte.  En esta tierra de ciegos en la que vivo alquilan recuerdos y promocionan el olvido todos los domingos después de misa.

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