Ensayos para soñar

Ensayo de expresión coporal en la Escuela Especial #501 de Suipacha



Chiqui cruza la vía del tren en bicicleta. Se dirige a la escuela Especial # 501 de Suipacha, municipio perteneciente a la provincia de Buenos Aires, Argentina.

- ¡Cristina! ¡Cristina!, la llaman.

Medio saluda. Está más habituada a su seudónimo, así se llame Cristina Rojas. Mira el reloj: 6:30 de la tarde. Sabe que la esperan para empezar el ensayo de teatro. Verifica que no haya algún automóvil que de golpe le borre la sonrisa.

Pedalea. Cruza la calle. Apoya la bicicleta en un costado de la pared. Acomoda su bolso de mano. Chiqui besa en la mejilla a sus alumnos, seis especiales (discapacidades) y tres convencionales (“normales”) que conforman el grupo de Teatro Integrado Un paso hacía el futu
ro. Las voces se mezclan, se hacen inaudibles.

Todos se dirigen al interior de la escuela, al salón ubicado en el ala derecha, a dos metros de la entrada. En orden se sientan y esperan el ejercicio de expresión corporal. Chiqui enciende la grabadora. Al son de la cumbia se mueven, brincan, olvidan el movimiento, bailan sin importar si se equivocan porque si se equivocan se ve más natural el baile. La idea es soltar los músculos y dejar la vergüenza a un lado.

Luego, en cámara lenta, se van acostando hasta quedar extendidos en el suelo. Cierran los ojos y deben pensar en cosas agradables. Chiqui piensa en Alicia Aldabe, la que le propuso en el 2003 dirigir un grupo de teatro integrado, la que le dijo que la discapacidad no existe y el retardo mental es arbitrario, la que le mostró personas en vez de certificados médicos… y sonríe.

- Estoy feliz de estar con ustedes y les deseo lo mejor en la vida porque son mi familia, dice uno de los chicos.
Fabían Martín, actor del teatro Integrado Un paso hacía el futuro

Chiqui lo mira y sonríe de ternura. Los recuerdos la rondan. A su cabeza llega un episodio del año 2006. En ese año, con la obra Huesito Caracú, en los Torneos Juveniles Bonaerenses organizados por la provincia de Buenos Aires, en la modalidad de Teatro Integrado, obtuvieron tres premios:
Mejor obra integrada, mejor actor de toda la provincia y medalla de bronce. Recordó la alegría de estar en Mar del Plata con sus chicos festejando el reconocimiento del jurado.

En silencio se incorporan. Respiran. Caminan unos minutos y organizan el escenario. Llevan una mesa a la mitad del salón, ponen una sábana sobre la mesa. En la mesa hay cuatro sillas, un plato, un paquete de galletas, una bolsa vacía de parva.
Cristina Rojas asesorando a Luis Rosales, el mejor actor en 2006 de la provincia

Los chicos se sientan en la mesa. Chiqui lee en voz alta la obra, línea por línea. Algunos de los chicos no saben leer ni escribir y los que saben leer lo hacen en letra mayúscula.

- Pochoclo, pochoclo, choclooo… pochoclooo… usssrrr… usssrrr… ja, grita la Nona, personaje que representa Fabián Martín.
Chiqui abraza a Fabián y le dice que bien, que si puede eructar, perfecto.

Cuatro chicos, sentados, esperan la hora de actuar, observan y se ríen. Ríen porque se sienten cómodos, porque ha empezado el otoño, porque la risa es universal, porque Chiqui les enseñó a reír, porque Fabián no sabe decir pochoclo y se entiende lo que dice, porque la risa salta de la boca y aprende a actuar.
Beatriz de Roo, actriz del Teatro Integardo Un paso hacía el futuro

Tocan a la puerta. Han venido algunos de los padres de los chicos. Se despiden y confirman a que horas se encuentran el sábado para cenar, estudiar la obra y luego ir a un club a tomarse un refresco.

Chiqui apaga las luces. Cierra el salón. Se dirige por un pasillo al patio de la escuela. De su bolso extrae un cigarrillo Malboro. Fuma, mira, no quiere que la descubran fumando. Sufre de la presión y su marido, hijos y amigos no le permiten fumar.

Otra bocanada. Mueve la mano, la mira, practica para el taller de actuación que recibe desde hace seis años en la ciudad de Mercedes. Cierra la mano y recuerda sus actuaciones en los grupos de teatro del municipio: La musa 10 y la Agrupación artística vocacional Suipacha.

El humo del cigarrillo se filtra por la ventana de un aula. En el aula ve niños, claro, los niños no están, son un recuerdo de cuando ella era directora de la escuela rural #11 José de San Martín en la cual se jubiló en el 2006. Sacude la cabeza. Apaga el cigarrillo. Con el dedo índice y pulgar sostiene el filtro. Cierra la puerta. Tira la colilla del cigarrillo a la calle. Busca en el bolso crema dental y la escupe después de saborearla.

Toma la bicicleta, mira el reloj: 7:30 de la tarde. Verifica que no haya vehículos en el cruce de la estación. Pedalea y silbando un tango su figura desvanece.

2 coment�rios:

El otro dijo...

Hombre del texto no voy a decir nada, sumerce ya sabe lo mucho que disfruto de su escritura. Me alegra que por alla tambien bellas historias le llenen la mochila. Hermano me alegra saber de usted.Asi sea desde la terxcera persona.

Anónimo dijo...

meros mongolos...

... y cristina tiene un pan, un morro, una empanada deliciosa que me lo hace parar!!!!!!!!!