El egocéntrico


En primera instancia escribís porque eres escritor. Bueno o malo, flaco y solo, lo que sea, pero escritor.

Te escribís. Tienes palabras que barajas en los dedos, que a veces, se te salen de control.

¿Qué escribís entonces? La verdad: tu historia. Instantes revueltos por la testarudez de contarlos.

Porque te gusta caminar rumiando alguna imagen, alguna frase sin temporalidad. Tus pies se hacen cargo del cuerpo mientras te abismas en cualquier cosa. Y te gusta verte así: individual y tuyo.

Te lees, relees y te ves. Sonreís. Te gusta como escribís y cuentas tus cosas porque no mientes cuando hablas de ti. Así, después odies lo que escribes. Pero te gusta verte y te relees como si te vieras.

Claro que no lees a tus amigos todo el tiempo. También tienes vergüenza. Pero cuando estas con tus amigos y ellos hablan, leen, caminan, te acuerdas de algo tuyo y sonreís.

Ocurre que tus textos son como espejos, vitrinas, retrovisores, vitrales y ves tu reflejo undívago y lo buscas con ansiedad y contemplación. De esa misma forma te relees. Claro, lo haces sin que nadie se dé cuenta. Con cinismo callas y hablas de otras cosas. Y continuas feliz de que no te hayan descubierto.

Por la posibilidad de jugar, vivir la inocencia no permitida y atreverse a decir lo indebido. Por asombrarse por tan poco. Por sentir a veces que el silencio te hace extensión de dominio del cuerpo porque traficas con palabras. Porque así te duela la mano de escribir persistes en el hechizo, en la comulgación con lo inacabado.

Porque te resistes a dejar de soñar es que escribes. Y no importa lo que escribas. Tu yo asustará igual a los perros, mirará los senos de la mujeres con peculiar atención en el movimiento de la carne, jugará a mascar paisaje. Porque, en definitiva, eres escritor y eres más apuesto escribiendo que hablando.

2 coment�rios:

Anónimo dijo...

el ego embellece

Djuna dijo...

Trozo transparente de un titulo estremecedor.