La mujer agapanto. Diario de un jardinero


No se puede escribir de lo que no se conoce. Solo cuando se tiene algo para contar, que parta de la experiencia, la prosa fluye. Por algo dice Eduardo Galeano: “Sea señor escritor, por una vez al menos sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma”. Se refiere a esa autenticidad que se lleva dentro y que uno se pasa buscando en bares, mujeres, libros… Cuando la clave de toda buena escritura, al menos una responsable y espontánea,  es sentir lo que se dice para que no haya simulacros. De ahí que el gran reto de La mujer agapanto. Diario de un jardinero, sea que los textos se conciben con un razonamiento sencillo y natural. Para ello el autor se vale de un diario. Y un diario personal da la dimensión de que es un subgénero de la autobiografía, data de la narración que hace una persona de las experiencias personales que vive. Normalmente  los diarios personales son leídos únicamente por su autor, en especial, por las cuestiones privadas e íntimas. Precisamente es esa intimidad la que  pretende compartir el personaje El Hortalero, el narrador. Y lleva lo personal al plano literario. 

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